domingo, 11 de enero de 2015

Crítica del Manifiesto Comunista


Amnauj T.

Durante la primera mitad del agitadísimo siglo XIX, con la burguesía aún luchando por la toma del poder político en toda Europa, y todavía al calor de las revoluciones Francesa y Americana, un nuevo rayo de esperanza llegaba para las clases populares del mundo occidental.

El proletariado industrial comenzaba a organizarse en sociedades de socorro mutuo, a la vez que numerosos intelectuales ideaban nuevos sistemas, tendentes a buscar formas más justas de división del trabajo y reparto de su producto, dando lugar a lo que se conoció como socialismos utópicos.

Los trabajadores industriales, pero también los campesinos y artesanos de más baja condición, empezaban a comprender la importancia de asociarse con diversos fines, tanto de apoyo mutuo y solidaridad, como de reivindicación, resistencia y confrontación con las clases poderosas, tomando así, poco a poco, conciencia de su propia realidad como grupo social productivo y por lo tanto, imprescindible en cualquier sociedad.

Surge así el movimiento obrero con sus diversas corrientes, que será uno de los motores de la historia contemporánea. Socialismo, comunismo, anarquismo, sindicalismo revolucionario, anarcosindicalismo, son términos que designan diversas cristalizaciones de esa conciencia liberadora de la clase trabajadora.

El Manifiesto Comunista es una especie de resumen de gran parte de las líneas principales que, a nivel teórico, han impulsado la marcha del movimiento obrero a lo largo de su historia. En él se esbozan algunas de las teorías que más han influido, no sólo en el comunismo, sino en el resto de corrientes obreras: El Materialismo Dialéctico, la Lucha de Clases...

No resulta difícil imaginar el sentimiento de un obrero de la época, al leer o escuchar (pues no todos leían), el Manifiesto, tomando conciencia de su situación, de su fuerza y de su importancia en el mundo que le rodeaba, y sintiéndose apelado por la consigna «Proletarios de todos los países, uníos».

A la luz de la historia, y a dos siglos de distancia, las teorías marxistas han sido criticadas desde diversas posiciones. La clase opuesta al proletariado no ha escatimado todo tipo de críticas, certeras algunas, malintencionadas y falsas la mayoría, contra las ideas del alemán. Y sin embargo, resulta curioso comprobar que las críticas más acertadas y corroboradas después por la experiencia, han surgido del propio movimiento obrero, y además se formularon en la misma época y ambiente en que se gestó el marxismo. Al calor de la Primera Internacional.

Es por ello que la presente crítica no resultará original, y de hecho se nutre de todas esas aportaciones del movimiento obrero al estudio de los aciertos y errores del marxismo


EL MATERIALISMO DIALÉCTICO

En la edición alemana de 1883, Engels dice: «La idea cardinal que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta toda la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad (...) es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida —el proletariado— no puede ya emanciparse de la clase que explota y oprime —de la burguesía— sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases.»[1]

He aquí una formulación breve y escueta de la teoría marxista del materialismo dialéctico. Todo el primer capítulo del Manifiesto Comunista, constituye un repaso a la historia de la humanidad desde el momento en que queda «disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo»[2]. Así, desde la antigua Roma hasta la época capitalista, Marx va buscando en cada fase, conforme a la lógica dialéctica, las condiciones que, creadas por el propio sistema económico y político de cada fase, y en contradicción con él, darán paso a una nueva fase posterior de desarrollo. También encontramos un pequeño análisis de las características propias del actual sistema capitalista, buscando las condiciones que, siguiendo esa misma lógica dialéctica, provocarían el cambio de fase del capitalismo a otro sistema para el cual se predice el fin de la lucha de clases.

Tenemos pues, un sistema lógico —la dialéctica hegeliana— y un análisis de los hechos históricos a partir de los cuales Marx, aplicando la inducción, puede generalizar una serie de afirmaciones, (lucha de clases, preeminencia del aspecto económico sobre los aspectos políticos e ideológicos...). Y finalmente, todo este sistema conceptual permite una serie de predicciones para el futuro. De esta forma queda clara, a mi juicio, la vocación científica de Marx al erigir semejante sistema.

Podemos encontrar en el Manifiesto Comunista otra característica muy propia de la ciencia (al menos de la de su época), como es el determinismo. En efecto, más allá de las consideraciones éticas a que nos puede llevar el análisis de la historia[3], y que pueden hacer más o menos deseable el cambio de fase histórica, Marx afirma que ese cambio de fase (o sea, la revolución) es algo inevitable, porque las causas que lo provocan están ya latentes en el sistema actual y al mismo tiempo, en contradicción con él.

Este planteamiento cientifista propio del marxismo, y acorde con la idea que de la ciencia se tenía en la época en que vivió Marx, no ha sido ajeno a los cambios que, con el paso del tiempo, se han ido produciendo en la concepción que hoy día tenemos de lo que es la ciencia, y por otro lado, aunque Marx no puso fecha para las predicciones derivadas de su teoría, a día de hoy, se podría decir que ya algunas de estas predicciones (y no todas, como hipócritamente pretenden algunos defensores del capitalismo y como luego veremos) han sido falsadas, y pueden rastrearse las causas que han provocado el error.


EL CIENTIFISMO MARXISTA Y EL PASO DEL TIEMPO

Varios aspectos han cambiado en lo referente a nuestra concepción sobre lo que es la ciencia desde la época en que vivió Marx. Muchos de ellos afectan, lógicamente, al edificio de la teoría marxista. No nos vamos a parar a analizar en este breve trabajo, todos los factores que han influido en este sentido, pero al menos podremos detenernos, siquiera brevemente, sobre algunos de ellos. En concreto dos.

El primero de ellos es que el determinismo científico, si bien no ha desaparecido, resulta en nuestros días mucho más laxo (digámoslo así) que en la época en que vivió Marx. El desarrollo de las ciencias formales y físicas ha permitido comprender que, si bien no se puede desechar por las buenas la concepción determinista que siempre ha acompañado al conocimiento científico, es muy difícil, sin embargo, que podamos conocer exactamente cuál es la dirección (si la hay) en la que avanzan los fenómenos objeto de la ciencia.

En efecto, las teorías del caos surgidas en el campo de la física, nos enseñan que es tal la cantidad de variables a que está sujeto el objeto de un determinado modelo científico, que resulta imposible realizar una predicción certera sobre la evolución del sistema, pues la más mínima variable puede provocar consecuencias inesperadas en la evolución del propio sistema. Ante este fenómeno resulta ineludible un cambio en el punto de vista que nos permita, aunque sea por aproximación, hacernos una idea fiable de nuestro objeto.

Es evidente que la teoría marxista no puede eludir semejante dificultad a la hora de analizar las consecuencias de los hechos históricos. Así, por poner un ejemplo, dice Marx en el Manifiesto: «El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. (...) Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años». Con el paso del tiempo, hemos podido comprobar cómo esa facilidad e inmediatez de que disfrutamos hoy día en las comunicaciones, si bien ha permitido asociarse a la clase trabajadora, ha permitido también una serie de consecuencias imprevistas.

El control férreo de los medios de comunicación por parte de la clase dominante, unido a la sobrecarga producida por un flujo de información tan elevado que es imposible para la mente humana el procesado de tantos datos, y unido a muchos otros factores, ha convertido los medios de comunicación, no en un elemento de liberación de la clase obrera, como pretendía Marx, sino más bien en un elemento de control que la clase dominante utiliza para subyugar a los trabajadores, que no tienen acceso, si no es de forma pasiva, a medios de información masiva como la televisión, en manos de magnates capitalistas que deciden qué información ha de llegar a los ciudadanos y qué información no ha de llegar. Se ha dado lugar así al fenómeno del pensamiento único, por el que una clase poseedora de la capacidad de transmitir mensajes masivamente extiende sus concepciones machaconamente entre toda la población que, finalmente los interioriza, aún en contra de sus propios intereses de clase.

Otro fenómeno derivado del desarrollo de la ciencia que afecta a la teoría marxista, es el postulado de la física cuántica a principios del siglo XX, según el cual la propia acción del investigador puede influir en el objeto de estudio, dando lugar a nuevos fenómenos inesperados.

Es singular de qué manera tan acusada se manifiesta este postulado en las ciencias sociales, y la teoría marxista es un ejemplo de ello. Las reflexiones del investigador pueden influir en el curso de la historia y evitar que se produzcan los fenómenos que se predicen. ¿Se puede hallar un ejemplo más paradigmático de este fenómeno que el marxismo? Las políticas económicas liberal y neoliberal posteriores a Marx, han modelado la historia a partir de una lectura en negativo del marxismo. En efecto, a veces uno tiene la sensación de que los modernos capitalistas se han dedicado al uso de la teoría marxista para evitar que se produjera la anunciada revolución, influyendo, de acuerdo con los intereses de la clase dominante, en aquellos aspectos que el marxismo señala como desencadenantes del hecho revolucionario.

Así surge, frente al marxismo, la teoría económica neoliberal, que no es otra cosa que un pastiche en el que se parchean los defectos que el marxismo señala en el sistema capitalista, con el único fin de perpetuar la dominación y el robo por parte de la clase capitalista. De esta manera, la acción investigadora del teórico comunista ha influido señaladamente en el desarrollo posterior de los hechos de una forma inesperada para el propio investigador.

Quisiera ahora poner un ejemplo de cómo los teóricos neoliberales procuran dar la vuelta a las teorías marxistas en provecho de la dominación capitalista, en muchos casos mintiendo u ocultando la realidad hipócritamente y haciendo uso de los medios de comunicación en su provecho para extender interesadamente argumentos falsos por doquier:

También en el primer apartado del Manifiesto dice Marx: «El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase». Se esboza aquí una de las más famosas predicciones que Marx realiza a la luz del estudio del proceso capitalista: la depauperación creciente de la clase obrera y la acentuación cada vez mayor de las diferencias entre ricos y pobres.

A esto responden los teóricos neoliberales que la historia demuestra lo contrario, pues hoy en día cualquier trabajador en los países capitalistas vive mucho mejor que hace un siglo, y los obreros han accedido a un nivel de vida digno. Ocultan que con el fenómeno de la globalización, el capitalismo domina ya a todo el planeta (como también predijo Marx, aunque él lo llamó mundialización). Y a escala global, hoy se puede decir que, de unos seis mil millones de habitantes, al menos cinco mil viven en condiciones de pobreza, muchos de ellos en condiciones de la miseria más absoluta, sin siquiera agua para beber. Pues ¿qué?, esos cinco mil millones ¿no forman parte de la clase trabajadora, de la clase explotada? ¿No trabajan en las minas, en las perforaciones de petróleo y gas, no cultivan la tierra?... Y los que no trabajan, ¿no forman parte acaso de un ejército de reserva de mano de obra, que será utilizado por el capitalismo tan pronto como sea necesario? Y eso sin entrar a valorar la pobreza en nuestras ciudades occidentales, que alcanza ya en España, según datos de Cáritas, al 20% de la población.

Por otra parte, es evidente que el desarrollo capitalista actual está basado en la explotación de mano de obra barata y en el robo de materias primas a los países subdesarrollados, provocando guerras e invasiones, si es necesario. Se pueden citar tristes ejemplos muy actuales y de todos conocidos. Las cifras son claras y no engañan: a despecho de que una pequeña parte de la clase trabajadora —la que vive en Occidente— viva algo mejor que en épocas anteriores, lo cierto es que, en nuestro planeta dominado por el capitalismo, la depauperación de la clase trabajadora es hoy un hecho escandaloso, silenciado y negado hipócritamente, por no utilizar términos más fuertes, por los teóricos neoliberales.


EL PROGRAMA COMUNISTA

En el segundo apartado del Manifiesto, se explican las aspiraciones de la Liga Comunista: «destacan y reivindican (...) los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado...». Abolición del «régimen vigente de propiedad», convirtiendo «el capital en propiedad colectiva», abolición de la familia al estilo burgués, liberación de la mujer, abolición de la patria, puesto que los trabajadores son trabajadores allí donde se encuentren, y sus intereses son los mismos, independientemente de su lugar de nacimiento.

Para llevar a cabo este programa el marxismo propone la toma del poder por parte del proletariado, llevada a cabo por «la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo...», es decir, lo que en términos marxistas se denomina vanguardia obrera.

Además, se postula la tesis de que el cambio en el sistema económico provocará el cambio a los niveles sociales e ideológicos: «no hace falta ser un lince para ver que, al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su conciencia, en una palabra».

A mi juicio, la preponderancia absoluta que el marxismo pone en el aspecto económico a la hora de provocar cambios en los demás aspectos de la sociedad, es un error. Creo que Marx subestima la capacidad de la parte ideológica para provocar cambios económicos a su vez, produciéndose más bien un fenómeno de realimentación entre los distintos aspectos de la realidad. Ésta consideración del aspecto económico como el más importante hace que Marx descuide el llevar a cabo una reflexión seria acerca de la naturaleza de otro elemento que resulta importantísimo en el tema que nos ocupa: El poder. Semejante olvido resulta, a mi juicio, poco menos que imperdonable, y es la causa del fracaso de las aplicaciones del marxismo en el mundo real.

En efecto, como acabamos de ver, para llevar a cabo el programa comunista, Marx propone la toma del poder por parte de una vanguardia, que representa los intereses del proletariado. No se da cuenta de que el poder tal y como pretende tomarlo y ejercerlo, es decir, concentrado en manos de unos pocos, no es más que otro producto de las sociedades clasistas. Al ejercer el poder un reducido número de personas —las integrantes de esa vanguardia— lo que ocurre es que se vuelve a dividir nuevamente la sociedad en clases, a saber: la clase de los que tienen el poder y la de los que no lo tienen.

Esta afirmación no es gratuita, ya que ha sido corroborada y lo está siendo aún, en los denominados «países socialistas». Esta división se va completando después poco a poco, en el resto de los aspectos de la vida social y económica. De esta manera, se da el caso de que, al cometer un error ideológico y mantener un aspecto social de la vida tal y como estaba antes, éste provoca que los demás aspectos, incluido el económico, se corrijan y vuelvan a su estado anterior, o a algo parecido. Nuevamente opresión, falta de libertad, ricos y pobres... Capitalismo de Estado, totalitarismo.

La falta de una reflexión seria acerca del poder provoca en el marxismo una confusión fundamental: se toma el poder como un medio para la transformación social, cuando en realidad la abolición del poder o si se quiere, su transformación, ha de ser una de las aspiraciones de la clase trabajadora, como en el caso de la propiedad, la familia o la patria, ya que es uno de sus principales intereses. Se confunden los medios con los fines.

El error es de bulto y sus consecuencias están a la vista de todo el mundo.


EL PODER COMO OBJETO DE REFLEXIÓN

El tema del poder, en efecto, resulta ser uno de los aspectos que con menos seriedad son tratados por la doctrina marxista.

Es cierto que se han llevado a cabo brillantes reflexiones acerca del proceso de toma del poder por la vanguardia obrera. Los grandes autores del marxismo político han abordado en numerosas ocasiones, y de forma harto exhaustiva este tema. De hecho, se puede afirmar, bajo mi punto de vista, que la doctrina marxista identifica el concepto de Revolución, con el de «Toma del poder por las clases trabajadoras».

Sin embargo, no es tan fácil encontrar, en toda la literatura marxista, una reflexión mínima acerca, no de la toma, sino de la naturaleza del poder. ¿Qué es el poder?, ¿Qué efectos provoca en el ser humano, la concentración de poder, tanto a nivel individual como a nivel social? ¿Qué diferencia hay entre el poder político, económico, religioso? ¿Se cumplen, con relación al poder, las leyes del marxismo acerca de las relaciones entre infraestructura, estructura y superestructura? ¿Es realista hablar de libertad y, a la vez, defender la concentración de poder en manos de un@s poc@s, por más que ést@s poc@s sean representantes del proletariado? El concepto de libertad ¿no implica, más bien, una disolución del poder?


CONCLUSIÓN

El resto del Manifiesto, constituye un repaso en el que se critican ciertas corrientes socialistas y se propone el debate ideológico como modelo de análisis, entendimiento y clasificación, así como una exposición de las líneas de actuación de los partidos comunistas en el solar en que se ubican y en cada nación[4]. No es objeto de este trabajo hacer una crítica de las críticas que a su vez hace Marx, con su habitual saña contra las opiniones diversas a la suya, a otras corrientes socialistas de su época.

En cuanto a la actuación de los partidos comunistas en cada país, es de señalar la esperanza que Marx depositó sobre la clase obrera alemana, por su grado de desarrollo. Es curioso que la primera revolución comunista triunfante —y la más importante, como lo fue la rusa— se produjo en un país eminentemente agrícola y fue llevada a cabo sobre todo por campesinos, creando un nuevo mapa geopolítico en Europa que, al final, truncó las expectativas de revolución que, en Alemania había puesto Marx.

El Manifiesto Comunista refleja, pues, toda una concepción ideológica, política, económica y científica. Quizá la más importante del siglo XX. Refleja también las aspiraciones de toda una clase social: la trabajadora, sin cuya consideración es imposible comprender la historia de los siglos XIX, y XX.


NOTAS:
 [1] Prólogo de Engels a la edición alemana de 1883.
 [2] Ídem.
 [3] Consideraciones éticas que Marx no elude y que se pueden encontrar a lo largo de su obra salpicando El Capital, así como en el propio lenguaje marxiano, cuando habla de explotación, de apropiación, etc.
 [4] El Manifiesto Comunista, introducción de Rogelio Blanco. Ed. Endymión, 1987, Madrid.

2 comentarios:

  1. El meollo de la cuestión radica, a mi entender, en eso que tan acertadamente se señala en este escrito: "¿Qué es el poder? [...] El concepto de libertad ¿no implica, más bien, una disolución del poder?".
    Estamos imbuidos de una nefasta concepción jerárquica, tan dogmática como socialmente extendida. Solamente liberándose de tan arraigada concepción se puede afrontar el complejo asunto del poder. Adquirir conciencia como ser humano, con todo lo que ello comporta de reconocimiento del otro, es algo previo y fundamental para adquirir conciencia de clase. Si cada un@ de nosotr@s fuéramos capaces de abolir de verdad toda concepción social jerárquica, habríamos dado un gran paso hacia la disolución del poder. Porque las relaciones humanas -que no están basadas solamente en la producción y en la economía- se organizan en torno a y desde los afectos, sin los cuales el auténtico respeto y la solidaridad no son posibles o se convierten en sucedáneos, en mercancía.

    Salud

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  2. Marxismo y liberalismo son las dos caras opuestas de la misma moneda.

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