lunes, 29 de diciembre de 2014

La huella libertaria sigue bien viva en Barcelona


La reciente Operación Pandora supone el último capítulo de la represión contra el anarquismo, un movimiento con unas raíces muy profundas en Cataluña y cuya influencia va mucho más allá de los colectivos que se definen como tales

MARC FONT

Siete de las once personas detenidas el pasado martes 16 de diciembre en la Operación Pandora siguen en prisión preventiva en el centro penitenciario madrileño de Soto del Real. La operación, una iniciativa de los Mossos d'Esquadra que ejecutaron ellos mismos con la autorización de la Audiencia Nacional, se desarrolló fundamentalmente en Barcelona y golpeó al movimiento libertario. Los encarcelados están acusados de pertenencia a organización terrorista, tenencia de artefactos explosivos y daños y estragos.

A pesar de la sorpresa e indignación que la actuación provocó en parte de la sociedad catalana —miles de personas se manifestaron pidiendo la libertad de los detenidos la misma tarde—, el consejero de Interior de la Generalitat, Ramon Espadaler, afirmó el pasado viernes que «de las medidas adoptadas con los detenidos se desprende que la operación está suficientemente fundamentada y demuestra que estaba más que justificado avanzar en este terreno». El mismo 16 de diciembre, los Mossos d'Esquadra emitieron una nota de prensa asegurando que habían actuado contra el «terrorismo anarquista», una expresión que fue reproducida de manera acrítica por la mayoría de los medios de comunicación. Y que supone una criminalización evidente del anarquismo.

En Cataluña hay numerosos colectivos y ateneos libertarios, pero ¿cuál es el peso que tiene hoy el movimiento? Para el historiador Xavier Díez, «la influencia del anarquismo no ha desaparecido nunca del todo. Tiene una presencia constante desde el segundo tercio del siglo XIX». Especialista en la cuestión —ha escrito varios libros sobre el anarquismo—, Díez opina que la influencia del movimiento libertario «va mucho más allá de su nombre y de los movimientos o personas que explícitamente se reivindican como tales». En este sentido, el historiador expone a Público que características propias del anarquismo, como la autoorganización, la autogestión, la autonomía, el rechazo a una autoridad externa o el ejercicio de la democracia directa están hoy arraigados en buena parte de los movimientos sociales del país y en organizaciones tan distintas como la PAH o la independentista Assemblea Nacional Catalana (ANC).

En una línea similar se expresa X. Oural, miembro del Procés Embat, una iniciativa presentada en octubre que pretende articular un anarquismo organizado como alternativa real a la sociedad capitalista. El activista afirma que las «prácticas libertarias están extendidas y asumidas por los movimientos sociales, pero en cambio no lo está el objetivo de construir una sociedad más libertaria». Xavier Díez formula la distinción entre el «anarquismo explícito, que se reconoce y reivindica como tal, y el anarquismo implícito que, sin reconocerse y hasta desde una determinada prevención, asume gran parte de sus preceptos».

La 'Rosa de Foc'

Durante el primer tercio del siglo XX, el peso y la visibilidad pública del movimiento libertario en Cataluña fue enorme y la ciudad llegó a ser conocida como la Rosa de Foc (rosa de fuego), un término que define una etapa de gran conflictividad política y social en la que la violencia anarquista respondía al pistolerismo y terrorismo patronal. En la Segunda República, el sindicato anarquista CNT sumaba cientos de miles de afiliados, pero después de las casi cuatro décadas de dictadura franquista la situación cambió. Para Xavier Díez, desde entonces el «anarquismo catalán empieza a tomar formas, instituciones y prácticas que lo asimilan a la mayor parte de los anarquismos europeos y se convierte en un movimiento más individualista y centrado en causas más concretas, como el ecologismo, el antimilitarismo o el movimiento okupa».

Díez reconoce la «fragilidad» de las «instituciones anarquistas» actuales, a lo que X. Oural añade que el movimiento libertario suma 30 años «replegado en una cultura de resistencia, cerrado en sí mismo» y considera que «ahora toca dar un paso adelante y pasar a una política más de intervención social». Con todo, el movimiento también toma parte en los principales debates abiertos actualmente en la sociedad catalana y, por ejemplo, más de 1.700 personas participaron el pasado 11 de setiembre en la llamada Vía Libertaria —como respuesta a la independentista Vía Catalana organizada por la ANC—, y la consulta sobre el futuro de Cataluña del pasado 9 de noviembre generó una diversidad de opiniones en los movimientos anarquistas, como reflejó la revista Directa.

Criminalización de una ideología

La represión al movimiento libertario ha sido constante a lo largo de la historia y la Operación Pandora es, de momento, el último capítulo. Para el abogado Benet Salellas, que defiende a dos de los detenidos —uno los cuáles está ahora en Soto del Real—, la operación no responde a una preocupación social. «Eso me lleva a sospechar que la unidad de información [de los Mossos] trabaja con unos objetivos distintos al del mantenimiento de la seguridad», afirma. Salellas también se encargó de la defensa de Núria Pòrtulas, una joven anarquista de Gerona detenida en 2007 que pasó cuatro meses en prisión preventiva bajo la acusación de pertenencia a banda armada, antes de que en 2010 el Tribunal Supremo la absolviera de cualquier delito.

El abogado considera que con la actuación de la policía catalana «se criminaliza una visión ideológica». Con ello, «el derecho penal se expande más allá de sus fronteras naturales porque primero se va a buscar una ideología» para después intentar atribuirle «ataques a personas y bienes». Por su parte, X. Oural, del Procés Embat, opina que «es representativo» que la Pandora se desarrollara en la semana de movilizaciones contra la Ley Mordaza y contra un movimiento «que se pretende marginar y que es un enemigo fácil de construir».

El historiador Xavier Díez añade que en un momento en el que «cada vez más gente cuestiona el capitalismo, operaciones como ésta buscan golpear al anarquismo, un movimiento capaz de crear un relato crítico y alternativo al sistema». Para Salellas, la represión se tiene que ver también como una «manera de tener ocupados a los activistas en apoyar a la gente presa, en lugar de poder dedicarse a construir una alternativa». Díez, por su parte, concluye que los anarquistas juegan en la actualidad un «papel muy similar al que tenían los disidentes en el antiguo bloque comunista y son señalados como peligrosos, a pesar de que sean pocos». Pocos, pero con una influencia mucho mayor de la que se puede creer a primera vista. Y es que los movimientos sociales actúan siguiendo postulados libertarios, a pesar de que algunos ni tan siquiera sean conscientes de ello.

26-12-2014

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