domingo, 29 de diciembre de 2013

Aquellas barricadas de 1871


París, 1871, la clase obrera toma las calles en lo que se conocerá como La Comuna. La población se organiza frente al ataque del ejército mediante unas barricadas que se han hecho legendarias

NEKANE BENGOA

Montada en su carro de fuego, la Revolución inicia en julio de 1789 un viaje emocionante que empieza en París. Se detendrá en Petrogrado en 1905 y en octubre de 1917, salta a Barcelona en el ‘36 y va a cerrar su ciclo en mayo del ‘68, en la misma ciudad en la que por primera vez pusiera patas arriba a la Historia contemporánea. Otra vez París. Avanza, retrocede, se simplifica, se expande y se complica en una dialéctica infernal, violenta y creativa que enfrentará a burgueses y señores feudales, a campesinos pobres y terratenientes, a proletarios frente a burgueses, a antifascistas y generales golpistas, a estudiantes y a las viejas y aburridas democracias burguesas. En su movimiento violento y permanente todo se tambalea y, como dijera el viejo Marx, lo que fuera sólido ayer se desvanecerá en el aire mañana.

¿Todo? No. Algo permanece, madura y se perfecciona. La Revolución Francesa y sus desarrapados, las sans culottes, hicieron de la insurrección popular un arte y parte de su ideario político. Dotaron a la mitología revolucionara de un icono ideal y de un elemento material imprescindible en la lucha por/contra el poder en el corazón de las ciudades burguesas: la barricada. Bien como barreras en la delimitación física de zonas urbanas liberadas, como referente simbólico de resistencia, o como elementos de contención de la tropa burguesa; la barricada, como rasgo definitivo de la insurrección armada estuvo presente en todos los movimientos revolucionarios que sacudieron las grandes urbes europeas a lo largo de los dos siglos pasados.

Más moral que material

Antes de la experiencia de la Comuna de París, Federico Engels nunca fue un entusiasta de las barricadas y la guerrilla urbana. A propósito de la insurrección europea de 1848 escribía en 1850: «Lo máximo a lo que puede llegar al insurrección en el terreno de la verdadera acción táctica es a levantar y a defender sistemáticamente una sola barricada. Ya en la época clásica de las luchas urbanas la barricada tenía un efecto más moral que material. Era un modo de minar la confianza de los militares. Si aguantaba hasta conseguirlo, se alcanzaba la victoria; si no, venía la represión».

Las barricadas de 1848 llegaron a ser 6.000 sólo en París. Surgieron como setas a lo largo de la ciudad y fueron la forma en que el movimiento insurreccional intentó tomar posesión del espacio urbano, defenderlo frente al ejército y provocar con el paso de las horas una crisis política que concluyera en toma del poder. La consigna podría ser: aguantar hasta morir. Este ataque defensivo solía partir de la más pura improvisación y precariedad material. En las calles Saint-Denis y Saint-Martin de París hubo barricadas heroicas tanto en las insurrecciones de los primeros años 30 como en las del 48: «bastaba con desadoquinar, amontonar los muebles de las casas vecinas, las cajas del tendero, en caso de necesidad un ómnibus que pasara, que era detenido ofreciendo galantemente la mano a las damas: hubiera sido preciso demoler las casas para llevarse esas Termópilas. Un puñado de insurgentes detrás de una barricada tenían en jaque a un regimiento» (Citado por Walter Benjamin en el Libro de los Pasajes).


1871: clase obrera armada

Pero en la Comuna de París todo cambia. El 18 de marzo de 1871 la Guardia Nacional parisina no era otra cosa que la clase obrera armada. Se la había «militarizado» para defender la capital ante el avance del ejercito prusiano. La capitulación del gobierno frente al invasor da pie a un levantamiento popular armado que en pocas horas expulsa al ejército regular de la ciudad y se hace cargo de la autodefensa. La Guardia Nacional apoyada por la multitud se hace con el poder y controla físicamente la totalidad del escenario urbano. Ahora ya no hay que asaltar la ciudad, ahora hay que defenderla, fortificarla; prepararla para la contraofensiva burguesa o el ataque alemán. En muchos puntos estratégicos de la ciudad se levantan nuevamente barricadas, pero no ya las del ‘48 con sus barriles, sus canastos y algún que otro cadáver de soldado enemigo. Lo que se emprende ahora es un auténtico trabajo de fortificación a cargo de unidades de Guardias Nacionales al servicio de la Comuna de París. Ya no se improvisa ni se levantan apresurados parapetos con un carro volcado y el cuerpo de un caballo muerto. Muros de adoquines de hasta tres metros de altura reforzados en doble hilada, sacos terreros, nichos para las ametralladoras, bocas abiertas para el uso de artillería, barricadas móviles, dobles y triples lineas de defensa en la vanguardia, vías de evacuación en la retaguardia. París ya no era el del ‘48, muchas de sus callejuelas habían desaparecido en la reordenación urbana del barón Haussmann y ahora los communards se veían en la tesitura de defender amplios espacios, bulevares y edificios mastodónticos. Y lo hicieron. Y en ese escenario se dio la batalla de París, sobre todo en los últimos ocho días de combates que sobrepasaron con creces la dimensión de la guerrilla urbana para, quizá por primera vez en la historia, transformar la ciudad en un verdadero campo de batalla y llevar a la barricada a su expresión manierista.

20/05/11

jueves, 26 de diciembre de 2013

Sudáfrica: El nuevo apartheid



21/04/13

Un grupo de trabajadores de la construcción se relaja sentados en la acera en el centro de Ciudad de El Cabo, disfrutando de su almuerzo. Cada minuto es precioso, nadie tiene prisa por volver al trabajo. «Nos pagan con cacahuetes», dice un albañil con un diente de oro. Con un sueldo equivalente a 1.470 dólares al mes, su situación no es tan mala. En el período previo a la Copa del Mundo de Futbol de 2010, los sindicatos de la construcción consiguieron aumentos salariales del 13 a 16% con la amenaza de no acabar las obras a tiempo. Son la excepción.

Desde el 16 de agosto la tensión ha sido extrema en Sudáfrica. Ese día la policía mató a 34 huelguistas en la mina de platino de Lonmin en Marikana, cerca de Johannesburgo, un incidente de gran importancia simbólica, porque el que las fuerzas de la ley disparasen contra los manifestantes recordó a todos la era del apartheid. Sin embargo, Sudáfrica es ahora un estado democrático y multirracial, que gobierna desde 1994 el Congreso Nacional Africano (ANC). Los huelguistas fueron parte de su base electoral histórica, la mayoría pobre y negra de Sudáfrica. Según las cifras oficiales, los hogares pobres (62% negros, 33% mestizos) representan la mitad de la población (25,5 millones) de este país industrializado, el único mercado emergente en el África sub-sahariana.

La reacción a la matanza Marikana recuerda la masacre de Sharpeville, el 21 de marzo de 1960, cuando las fuerzas del régimen del apartheid (1948-1991) mataron a 69 personas de raza negra en esa localidad, a 60 kilómetros de Johannesburgo. Se habían manifestado contra la obligación de los «no-blancos» de llevar siempre sus permisos de residencia fuera de sus zonas de origen o áreas designadas. Cuando la noticia llegó a Ciudad del Cabo, los manifestantes en el barrio negro de Langa quemaron los edificios públicos.

Desde Marikana ha habido huelgas salvajes en las minas, los transportes y las explotaciones agrícolas. Los trabajadores agrícolas en la provincia de El Cabo Occidental han exigido que su salario se duplique, desde un salario mínimo de 75 rand por día a 150 rands (20 dólares). Ha habido enfrentamientos con la policía, quema de viñedos y saqueo de tiendas. Los trabajadores han sido despedidos, pero no hay diálogo social. En noviembre dos jornaleros fueron asesinados durante una manifestación en la localidad de De Doorns, a 180 kilómetros de Ciudad de El Cabo.

Los mineros Lonmin habían exigido un aumento salarial de 540 a 1.620 dólares al mes. Después de una huelga de seis semanas, consiguieron un aumento del 22% y un bono de 255 dólares. Con la ayuda del Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (COSATU), los trabajadores del campo de la zona de De Doorns consiguieron un aumento del 52% en febrero, con lo que su sueldo es ahora de 105 rand (13,50 dólares) al día. «Es como la propagación del cáncer», cuenta Andile Ndamase, un delegado sindical en una empresa de cemento en Ciudad del Cabo y miembro desengañado del ANC. «Los disturbios comenzaron mucho antes de Marikana, y desde entonces sólo ha empeorado. Luchamos por un mañana mejor, y nos estamos cansando de esperar que llegue».

Herencia política

La lucha social es parte de la herencia política de la época del apartheid. Los sindicatos negros afiliados a COSATU fueron legalizados en 1985 por un régimen racista que tenía la espalda contra la pared y necesitaba socios con los que negociar. Mientras Nelson Mandela estaba aún en la cárcel y el ANC prohibido, Cosatu participaba en un gran movimiento de protesta. Sus llamamientos a una huelga general nacional contribuyó a paralizar la economía de Sudáfrica, bajo la presión de las sanciones internacionales desde 1985.

Hoy los sindicatos negros, que tienen 2,2 millones de afiliados, exigen políticas sociales reales del Gobierno y mejores condiciones de trabajo para todos. Sin embargo, los sindicatos están en el Gobierno. En 1990 Cosatu, el Partido Comunista de Sudáfrica y el ANC formaron una alianza «revolucionaria» tripartita para un cambio social profundo. El ala izquierda del ANC se compone de comunistas y sindicalistas, a los que el ANC trata de controlar cooptándoles a puestos clave. Muchos dirigentes del Partido Comunista ocupan importantes puestos ministeriales y representantes de Cosatu se sientan en el comité ejecutivo nacional del ANC. Esto socava la credibilidad de su oposición a la política económica neoliberal del ANC.

¿Veremos el cambio?

A primera hora de la mañana, la estación de tren de Khayelitsha, el mayor barrio negro de Ciudad del Cabo, esta llena de gente que compra billetes. Un viaje de ida a la ciudad cuesta 8,50 rand (1,15 dólares), un abono de transporte público mensual 13,50 dólares, 5% del salario medio de un guardia de seguridad privado (270 dólares). En el tren, las mujeres recuperan sueño con una cabezada, mientras que los vendedores se pasean arriba y abajo vendiendo patatas fritas, refrescos, calcetines y pendientes. En Ciudad de El Cabo, muchos de los pasajeros se dirigen a la estación de autobuses, en la parte de arriba de la estación de tren, donde minibuses y taxis esperan para trasladarlos a los suburbios residenciales blancos en los que trabajan. Estos taxis privados compensan las importantes deficiencias del sistema de transporte público. Desde el amanecer hasta el anochecer cubren la mayor parte de las necesidades de transporte de los sudafricanos negros que no poseen un coche. El viaje cuesta 5 rand.

«Me temo que las ruedas se están saliendo», dice Sipho Dlamini, de 60 años, refiriéndose a la situación política. Se describe a sí mismo como un héroe anónimo de la lucha contra el apartheid. Como miembro del ala militar del ANC, el MK, pasó la mayor parte de su vida luchando por ver el cambio. («En nuestra vida» era una consigna de los sudafricanos de los años 1980, recordando a las generaciones que habían luchado sin conseguirlo desde que el ANC fue fundada en 1912.) Dlamini esta decepcionado, no sólo por la corrupción de la élite negra, sino también por los disturbios: «Ocurren tan a menudo, que nadie les hace caso». Los datos policiales revelan que Sudáfrica tuvo un promedio de tres motines al día entre 2009 y 2012. Lo que supone un aumento del 40% en 2004-2009, según el sociólogo Peter Alexander, de la Universidad de Johannesburgo.

El problema en Marikana fue provocado por una gran injusticia: los capataces de la mina Lonmin consiguieron un aumento de sueldo, pero no los picadores que sacan el mineral. Otro problema es la utilización creciente por parte de la dirección de la mina de contratistas privados de mano de obra temporal para debilitar el poder de los sindicatos. Cosatu ha condenado esta práctica, pero mira para otro lado. Sus amigos del ANC —incluyendo el director de la gran empresa JIC de Servicios Mineros, Duduzane Zuma, hijo del presidente de Sudáfrica— tienen amplios intereses en la industria minera.

El Sindicato Nacional de Mineros (NUM), afiliado a Cosatu, es uno de los mayores sindicatos, con más de 310.000 afiliados. En Marikana fue por primera vez incapaz de manejar un conflicto laboral, y la Asociación Sindical de Mineros y trabajadores de la Construcción (una escisión del NUM) asumió la dirección del movimiento de protesta, prometiendo un aumento salarial del 300%.

La falta de diálogo social es casi total en el sector minero. Incluso después de la tragedia, la dirección de Lonmin mantuvo su ultimátum a los mineros para que volviesen al trabajo y su amenaza de despedirlos. No se trata solo de un vestigio de apartheid. «La politización de los conflictos sociales, que socavan la autoridad del ANC y sus dirigentes, asustan a los grandes grupos mineros», segúnThaven Govender, un joven importador y comercializador de equipos de minería. «De hecho, todo el mundo —los huelguistas, los sindicatos y el ANC— perderán como resultado de este embrollo. Las grandes empresas mineras emplean a personas porque el trabajo es barato en Sudáfrica. Pero para evitar otro Marikana, van a mecanizar las operaciones y reducir plantillas tan rápido como sea posible». En enero, la empresa Anglo-American Platinum, que también tuvo huelgas del año pasado, anunció una reducción 14.000 empleos en dos de sus minas, alrededor del 3% de su fuerza de trabajo.

El presidente Jacob Zuma visitó Marikana, pero unos días después de los asesinatos. No se entrevistó con los mineros y habló sólo con la dirección de Lonmin. Su rival político Julius Malema, de 31 años, ex presidente de la Liga Juvenil del ANC, expulsado del ANC en abril del año pasado por «falta de disciplina», lo aprovechó. Malema, que se ha convertido en el portavoz de los miembros de base decepcionados del ANC, ha hecho suya la causa de los huelguistas. Les acompaño a los tribunales, donde 270 fueron acusados inicialmente de asesinato en virtud de una antigua ley antidisturbios del régimen del apartheid (los manifestantes podían ser acusados de asesinato, alegando que habían provocado a las fuerzas de seguridad). Ante la protesta pública, los cargos fueron retirados y se creó una comisión de investigación. Malema aprovechó la oportunidad para defender la nacionalización del sector minero y denunciar la connivencia entre el Gobierno, la burguesía negra, los sindicatos y las empresas «sobradas de capital» (es decir, la corrupción legalizada).

«Somos libres sólo en el papel»

Los observadores se preguntan que estallará primero bajo la presión social: la ANC o Cosatu. Pero las fuerzas implicadas son mucho más complejas que lo que pueda explicar una simple polarización izquierda-derecha, y están impidiendo la escisión.

Nada de esto le interesa a Dumisane Goge, 20 años, que «nació libre» después de la caída del régimen del apartheid. No tiene la menor intención de votar en las próximas elecciones generales, en 2014: «Somos libres sólo en el papel», dice. «El derecho de voto no tiene sentido cuando hay que elegir entre el ANC y el ANC.» Cuando tenía 16 años pasó cuatro meses en prisión por robar con unos amigos en una tienda. Decidido a no volver a la cárcel, retomó sus estudios, pasó sus exámenes de bachillerato y se matriculó en un curso de marketing en Ciudad de El Cabo, que paga trabajando a tiempo parcial en una gasolinera. Él no espera nada de los políticos profesionales y le indigna que «Zuma está construyendo un palacio que costará 240 millones de rand [ 31 millones de dólares ] en Nkandla, su pueblo natal en KwaZulu-Natal, cuando los niños en las escuelas no tienen ni siquiera libros de texto».

La burguesía negra de Sudáfrica vive lejos de las ciudades-miseria segregadas (townships), y no gastan ni invierten allí su dinero. Su gusto por el lujo y la riqueza se puso de manifiesto en el periodo de Thabo Mbeki (presidente de 1999 a 2008), gracias al rápido crecimiento económico de la década del 2000. Pero desde que Zuma llegó al poder en 2009, el arzobispo Desmond Tutu y el Consejo de las Iglesias de Sudáfrica han estado denunciando una «decadencia moral» mucho más preocupante que el precio de las gafas de sol que llevan los «revolucionarios Gucci». «Es muy evidente que muchas relaciones sociales están motivadas por la codicia», dice un abogado de negocios negro, que pidió permanecer en el anonimato. «La gente habla de sexo en las cenas, y no sólo en relación con nuestro presidente polígamo. La corrupción es generalizada...» Un ex alto ejecutivo de De Beers acusado de corrupción respondió: «Usted no consigue nada por mahala [nada]».

Al igual que los disturbios de los pobres, los asesinatos políticos no aparecen en las primeras páginas de los periódicos en Sudáfrica. Sin embargo, en las regiones de KwaZulu-Natal, Limpopo y Mpumalanga, la gente mata por puestos en la administración en los que es probable que les ofrezcan sobornos y jugosas comisiones a cambio de contratos públicos de obras. Lydia Polgreen, directora de la oficina de Johannesburgo del New York Times, se ha ganado los odios del ANC escribiendo sobre este fenómeno.

La creciente violencia es preocupante en un país que sigue siendo un modelo de democracia en África. Antes del último congreso del ANC, en diciembre, los afiliados llegaron a las manos en la selección de los delegados. Se tiraron sillas en la provincia de El Cabo Oriental, hubo peleas a puñetazos en la Provincia del Noroeste y una banda armada interrumpió una reunión del ANC en un municipio en East Rand, cerca de Johannesburgo. Los simpatizantes de Zuma amenazaron con atacar violentamente a los partidarios del vicepresidente Kgalema Motlanthe, que presentaba su candidatura a la presidencia del partido. La afiliación del ANC ha crecido rápidamente en los últimos meses, lo que ha provocado rumores de que han sido «votos fantasma» los que han dado la victoria a Zuma. Las encuestas de opinión daban la ventaja a Motlanthe, que tiene una imagen de mayor integridad.

El ANC, que ganó las dos tercios de los votos en las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica en 1994, actúa a la vez como Gobierno y oposición, ante la falta de otros partidos capaces de hacer oír su voz en el debate. Sólo la Alianza Democrática tiene peso propio. Está liderada por Helen Zille, de 61 años, una mujer blanca, ex alcaldesa de Ciudad de El Cabo y actualmente el primera ministra de la región de El Cabo Occidental. El partido tiene afiliados blancos y mestizos, pero mucho menos éxito entre la población negra. Con el 16,6% de los votos en 2009, sólo tiene 67 de los 400 escaños en el Parlamento de Sudáfrica, mientras que el ANC tiene 264.

Decisiones detrás de las cortinas

Años de clandestinidad, sospechas e infiltrados de la rama especial de la policía del régimen de apartheid han creado una cultura política peculiar en el ANC. «Las cosas importantes se deciden tras bambalinas, no en público», según el politólogo sudafricano William Gumede. La unidad de la organización es sacrosanta, aunque el enemigo de ayer, los «Nats» afrikaners (Partido Nacional), han desaparecido de la escena política. Hacer pública cualquier disidencia interna sigue siendo tabú, y la relación del ANC con la prensa es tensa.

Los militantes del ala izquierda del partido que creen que está traicionando sus ideales a menudo se expresan en un lenguaje velado. El secretario general de Cosatu, Zwelinzima Vavi, que se cuenta entre los mayores críticos de Zuma, es más directo. Ha atacado «la corrupción, la mediocridad, las malas políticas» del ANC y lo acusó de ser un partido que solo defiende «chorradas inconsecuentes... se trata de vuelos aéreos, libros de texto, o la corrupción», en referencia a la falta de rendición de cuentas en los niveles más altos del partido. Sospechan de él que quiere promover un partido opositor y ha recibido amenazas de muerte.

La lucha de poder dentro del ANC son insidiosas y violentas. Después de vencer a su rival para la presidencia Cyril Ramaphosa en la década de 1990, Mbeki cesó a Zuma, su vicepresidente, que fue juzgado por violación y corrupción. Poco le costó a Zuma presentar las acusaciones como otra conspiración maquiavélica de un jefe de estado conocido por sus trucos sucios. Lo que le permitió movilizar un amplio apoyo.

Mbeki, un tecnócrata educado en el Reino Unido, era visto como un político poco carismático, sin contacto con la gente corriente e incapaz de aceptar críticas. Zuma se presentó como un auténtico zulu: un polígamo —como algunos jefes de aldea en KwaZulu-Natal, pero muy pocos habitantes de las ciudades—, que había ganado sus galones en combate. Sus amigos se referían a él como un «verdadero africano» y un «titán político». Su victoria electoral dejó al ANC profundamente dividido tras el congreso de Polokwane en 2007. El primer signo de disidencia se produjo en octubre de 2008, cuando Mosiuoa «Terror» Lekota, un antiguo ministro leal a Mbeki, fundó un nuevo partido, el Congreso del Pueblo. Fue calificado de inmediato de traidor por el ANC y sólo obtuvo el 7,42% de los votos en las elecciones generales de 2009.

A la defensiva

Desde Marikana, Zuma ha repetido en diversas ocasiones que no hay una crisis de liderazgo en Sudáfrica. Cuando no se refugia negándolo, está a la defensiva. Se esconde detrás de las canciones de lucha contra el apartheid como Umshini Wam («Traedme mi ametralladora») y Somlandela Luthuli («Seguiremos a Luthuli», el único otro zulu que ha sido presidente del ANC), y se defiende a golpe de estadísticas, como el número de nuevas viviendas construidas y el de familias que ahora tienen agua y electricidad, aunque nunca mencione el número de empleos creados o de sudafricanos negros que se han graduado en la Universidad.

El desempleo es oficialmente del 25,5% y las desigualdades sociales casi no disminuyen. Los «diamantes negros» —la clase media negra que surgió en la década del 2000 y en la que los economistas tenían tan grandes expectativas— han resultado ser sólo «zircs cúbicos» (cubic zirconia, diamantes falsos) como los llaman sus críticos más acerbos. De acuerdo con el economista de izquierda afrikaner Salomón Johannes Terreblanche, «las políticas del ANC han creado una elite negra de 2 millones de personas, y una clase media de 6 millones. La brecha entre estos 8 millones de negros ricos y los 20-25 millones de personas pobres ha crecido peligrosamente».

Veinte años después del fin del apartheid, en Sudáfrica los blancos siguen ganando más que los negros: seis veces más, de acuerdo con el censo de 2011; su ingreso medio es de 49.275 dólares, comparado con los 8.100 dólares de las familias negras. No existe un salario mínimo nacional, pero hay distintos salarios mínimos en ocupaciones identificadas por el Gobierno como las más vulnerables, donde los sindicatos son menos activos y los trabajadores están a merced de sus empleadores: el servicio doméstico, los trabajadores agrícolas, trabajadores de limpieza, seguridad privada, taxistas y trabajadores del comercio minorista. El último aumento de sueldo de los funcionarios públicos fue en diciembre de 2011, cuando el salario mínimo se aumentó a 1.625,70 rands (216 dólares) al mes para aquellos que trabajan más de 27 horas a la semana y 1.152,32 rands (155 dólares) para los que trabajan menos de 27 horas.

Las ayudas sociales —la subvención por hijos y las prestaciones de vejez— son la única fuente de ingresos de 54,7% de los hogares pobres, de acuerdo con los resultados de una encuesta realizada en noviembre por el Servicio de Estadísticas de Sudáfrica. La encuesta también reveló que uno de cada cuatro sudafricanos no tiene suficiente para comer. Varios ministros del ANC se han opuesto a la introducción de una Renta Básica Garantizada (BIG), un ingreso mínimo para los adultos físicamente capaces, ya sean empleados o desempleados, porque lo consideran un subsidio al «alcoholismo y la lotería». Después de más de una década de debates, el BIG aún no ha sido legislado.

Mientras tanto, la desesperación es evidente. En Khayelitsha, algunos ahogan sus penas con música gospel, otros con dagga (marihuana), mandrax (metacualona) o tik (metanfetaminas).



* Sabine Cessou, periodista, ha sido corresponsal de Liberation en Johannesburgo (1998-2003), y co-autora de Winnie Mandela. L´âme Notre de L´Afrique du Sud, Johannesburg. La fin de l´apartheid y Afrique du Sud.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La vivienda

PIOTR A. KROPOTKIN

... La idea del alojamiento gratuito se manifestó claramente durante el sitio de París en 1871, cuando se pedía la anulación pura y simple de los inquilinatos reclamados por los propietarios. También se manifestó durante la Comuna una resolución enérgica aboliendo los alquileres.

Con revolución o sin ella, el trabajador necesita un refugio: el alojamiento. Pero por malo y por antihigiénico que sea, hay siempre un propietario que le puede expulsar de él. Verdad es que con la revolución, el casero no encontrará curiales ni alguaciles para poner los trastos en la calle. Pero ¡quién sabe si mañana el nuevo gobierno, por revolucionario que pretenda ser, no reconstituirá la fuerza y lanzará contra los pobres la jauría policiaca!

Sin embargo, es preciso que el trabajador sepa que el no pagar al casero sólo es aprovecharse de la desorganización del poder. Es preciso que sepa que la habitación gratuita está reconocida en principio y sancionada, digámoslo así, por el asentimiento popular; que el alojamiento gratuito es un derecho abiertamente proclamado por el pueblo.

[...]

¿Vamos a esperar que esta medida, que tan perfectamente responde al sentimiento de justicia de todo hombre honrado, la tomen los socialistas que se mezclan con los burgueses en un gobierno provisional? ¡Podríamos esperar sentados, hasta la vuelta de la reacción!

Los revolucionarios sinceros trabajarán con el pueblo para que sea un hecho consumado la expropiación de las casas. Trabajarán para crear una corriente de ideas en esta dirección; trabajarán para ponerlas en práctica y, cuando estén maduras, el pueblo deberá proceder a la expropiación de las casas.

[...]

Si el pueblo sublevado expropia las casas y proclama el alojamiento gratuito, la comunidad de las habitaciones y el derecho de cada familia a un alojamiento saludable, la revolución habrá tomado desde el principio un carácter comunista y se habrá lanzado por una senda de la que será difícil hacerla salir tan pronto. Habrá dado un golpe de muerte a la propiedad individual.

La expropiación de las casas lleva así en germen toda la revolución social. Del modo como se haga dependerá el carácter de los acontecimientos. O abrimos un camino amplio y grande al comunismo anarquista, o nos quedamos pataleando entre el cieno del individualismo autoritario.

[...]

Además, toda revolución trae consigo cierto trastorno de la vida cotidiana, y los que esperan atravesar una gran crisis sin que a las burguesas se las aparte de su olla, corren el peligro de quedarse con un palmo de narices.

El pueblo comete disparate sobre disparate cuando tiene que elegir en las urnas entre los majaderos que aspiran al honor de representarlo y se encargan de hacerlo todo, de saberlo todo, de organizarlo todo. Pero cuando necesita organizar lo que conoce, lo que le atañe directamente, lo hace mejor que todas las oficinas posibles. ¿No se ha visto durante la Comuna de París...?

La conquista del pan
(1892)


domingo, 22 de diciembre de 2013

La democratización directa de 1793

 

Por DANIEL GUÉRIN

Ante todo, la Revolución Francesa fue la primera manifestación histórica, coherente y a gran escala, de un nuevo tipo de democracia. La Gran Revolución no fue únicamente, como creyeron muchos historiadores republicanos, la cuna de la democracia parlamentaria: al ser al mismo tiempo que una revolución burguesa, un embrión de revolución proletaria, llevaba en sí el germen de una nueva forma de poder revolucionario, cuyos rasgos se acentuarían en el curso de las revoluciones de fines del siglo XIX y en las del siglo actual. Salta a la vista la línea de filiación que va de la Comuna de 1793 a la de 1871, y de ésta a los soviets de 1905 y 1917.

Quisiera limitarme aquí a precisar sumariamente algunos de los rasgos generales de la «democracia directa» de 1793.

Bajar a las secciones, a las sociedades populares del año II, es como recibir un baño vivificador de democracia. La depuración periódica de la sociedad, por sí misma, con la posibilidad, abierta a todos, de subir a la tribuna para ofrecerse al control de los demás, la preocupación por asegurar la expresión más perfecta posible de la voluntad popular, por impedir su sofocamiento a manos de los charlatanes y los ociosos, por dar a los hombres de trabajo la posibilidad de abandonar sus herramientas sin sacrificio pecuniario para que así participaran plenamente en la vida pública, por asegurar el control permanente de los mandantes sobre los mandatarios, por colocar a hombres y mujeres en absoluto pie de igualdad en las deliberaciones, tales son algunos de los rasgos que caracterizan a una democracia realmente propulsada de abajo arriba.

El Consejo General de la Comuna de 1793 —al menos hasta la decapitación de sus magistrados por el poder central burgués— ofrece también un buen ejemplo de democracia directa. Los miembros del Consejo son delegados de sus secciones respectivas, están en contacto permanente con ellas y se hallan bajo el control de quienes les dan el mandato; además se mantienen siempre al tanto de la voluntad de la base porque a las sesiones del Consejo concurren delegaciones populares. En la Comuna no se conoce el artificio burgués de la «separación de poderes» entre el ejecutivo y el legislativo. Los miembros del Consejo son a la vez administradores v legisladores. Aquellos modestos descamisados no se convirtieron en políticos profesionales, siguieron siendo hombres de su oficio, ejerciéndolo en la medida en que se lo permitían sus funciones en la Casa Comunal, o dispuestos a ejercerlo nuevamente cuando terminara su mandato.

Pero el más admirable de todos estos rasgos es, sin duda, la madurez de una democracia directa practicada por primera vez en un país relativamente atrasado, recién salido de la noche del feudalismo y el absolutismo, sumido aún en el analfabetismo y el hábito secular de la sumisión. No hubo asomos de «anarquía» ni desorden en esta gestión popular, inédita e improvisada. Para convencerse de ello, basta con hojear los diarios de trabajo de las sociedades populares, las actas de las sesiones del Consejo General de la Comuna. En ellos vemos a las masas, como si tuvieran conciencia de sus tendencias naturales a la indisciplina, animadas de un ansia constante de disciplinarse. Ellas mismas ordenan sus deliberaciones y llaman al orden a los que se muestran tentados a turbarlo. Aunque en 1793 su experiencia de la vida pública es muy reciente, aunque la mayoría de los descamisados, guiados es cierto por pequeñoburgueses cultos, no saben leer ni escribir, dan ya pruebas de una aptitud para el autogobierno que todavía hoy los burgueses, ansiosos de conservar el monopolio de la cosa pública, se obstinan en negar contra toda evidencia, y que ciertos teóricos revolucionarios, imbuidos de su superioridad intelectual, tienden a subestimar con frecuencia.

La Revolución desjacobinizada
(1956)

martes, 17 de diciembre de 2013

El trabajo asalariado


MIJAIL A. BAKUNIN

Así, el capitalista viene al mercado si no con la capacidad de un agente absolutamente libre, al menos con la de un agente infinitamente más libre que el obrero. Lo que acontece en el mercado es el encuentro entre un impulso de lucro y el hambre, entre amo y esclavo. Jurídicamente las dos partes son iguales, pero económicamente el obrero es el siervo del capitalista, incluso antes de haberse concluido la transacción mercantil mediante la cual el obrero vende su persona y su libertad por un tiempo determinado. El obrero está en la posición del siervo por la terrible amenaza de hambre que gravita diariamente sobre su cabeza y su familia; esta amenaza le obligará a aceptar cualquier condición impuesta por los ávidos cálculos del capitalista, el industrial, el patrono.

Y una vez que se ha concertado el contrato, la servidumbre del obrero se incrementa doblemente… El Sr. Karl Marx, ilustre jefe del comunismo alemán, observó con justicia en su magnífico trabajo Das Kapital que si el contrato pactado libremente por los vendedores de dinero ―en forma de salario― y los vendedores de su propio trabajo ―es decir, entre el empresario y los trabajadores— no se concluyera sólo por un tiempo definido y limitado, sino a perpetuidad, constituiría una auténtica esclavitud. Habiéndose pactado a plazo fijo y reservando al obrero el derecho a abandonar su empleo, este contrato constituye una especie de servidumbre voluntaria y transitoria.

Transitoria y voluntaria desde el punto de vista jurídico, sí, pero no desde el punto de vista de la posibilidad económica. El obrero tiene siempre el derecho de abandonar a su patrono. Pero ¿tiene los medios para hacerlo? Y si de hecho le deja, ¿es para llevar una existencia libre, sin otro amo excepto él mismo? No, lo hace a fin de venderse a otro patrono. Se ve impulsado a ello por la misma hambre que le forzó a venderse al primer empresario.

De este modo, la libertad del obrero ―tan exaltada por los economistas, juristas y burgueses republicanos― es sólo una libertad teórica que carece de medio alguno para su realización. En consecuencia, es sólo libertad ficticia, una completa falsedad. La verdad es que toda la vida del obrero constituye simplemente una serie continua y descorazonadora de servidumbres ―voluntarias desde el punto de vista jurídico, pero forzosas en el sentido económico― rota por breves intervalos de libertad acompañados de hambre; en otras palabras, es una verdadera esclavitud.

Cartas a un francés
(1870)

domingo, 15 de diciembre de 2013

¿Quién hace el caldo gordo?


LA COLUMNA DE REDACCIÓN
Periódico CNT, 406 (Diciembre 2013)

Es recurrente escuchar en el entorno libertario que la CNT es muy difícil de destruir si se ataca de frente, pero muy fácil si se hace desde dentro.

No cabe duda que los mayores ataques que ha sufrido la Organización han sido realizados desde dentro. Y no nos referimos sólo a los envites del «posibilismo» más recalcitrante. Que también. Sino al peligro que han supuesto los descerebrados que diciendo abrazar la idea, han puesto en riesgo todo un movimiento libertario de referencia mundial.

En los últimos tiempos se ha puesto en la picota al supuesto Comando Insurreccional Mateo Morral. Nadie que haya leído sus comunicados y visto sus acciones puede creerse de verdad que esté realizado por libertarios. Huele desde lejos a las sucias y apestosas cloacas del Estado. Sin embargo habrá compañeros que van a sufrir en sus carnes las consecuencias de unas acciones fabricadas para desprestigiar a todo lo que suene a anarquía.


Otro tanto ha ocurrido el pasado 20N cuando tras una manifestación antifascista en la Complutense de Madrid supuestamente se ha destrozado un local y agredido a unos estudiantes de lo más demócratas, oiga. Ésta acción es incomprensible y sin ningún sentido, salvo por la coincidencia con la filtración del anteproyecto de ley del nuevo Codigo Penal. ¿A quién beneficia el uso de acciones de éste tipo?

Señalada está ya una organización ejemplo de la juventud, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. Nuestras queridas «julis» ya son famosas, y no por su fantástico periódico El Fuelle. No por las múltiples charlas que dan por toda la península. No por llenar nuestras calles con pegatinas sinceras y reflexivas. No, saltaron a la palestra porque según dicen los medios de comunicación tras una manifestación algún descerebrado se puso a «cagar donde come».

Conociendo a las FIJL sabemos de sobra que nada han tenido que ver con lo que se les atribuye. Los demócratas somos nosotros que queremos un poder popular. Los pacifistas somos nosotros que denunciamos y sufrimos la violencia. Sin embargo, dicen que somos los terroristas. Por eso han sacado una ley para acabar con la disidencia. Pues que sepan que lo tienen claro.
 

jueves, 12 de diciembre de 2013

martes, 10 de diciembre de 2013

El periódico británico THE GUARDIAN pone al descubierto las relaciones financieras entre Mussolini y el Vaticano

 

LA IGLESIA CATÓLICA SE NIEGA A HACER COMENTARIOS SOBRE LAS EVIDENCIAS

El periódico británico The Guardian ha hecho saltar la liebre de una de las fuentes de financiación de la Iglesia Catolica durante la primera mitad del pasado siglo XX. Según el rotativo londinense, el Vaticano adquirió propiedades en Suiza, Francia e Inglaterra con el dinero recibido del Gobierno del dictador fascista Benito Mussolini durante durante los años que duró su régimen en Italia.

29 de enero de 2013

El periódico británico The Guardian ha hecho saltar la liebre de una de las fuentes de financiación de la Iglesia Catolica durante la primera mitad del pasado siglo XX. Según el rotativo londinense, el Vaticano adquirió propiedades en Suiza, Francia e Inglaterra con el dinero recibido del gobierno del dictador fascista Benito Mussolini durante durante los años que duró su régimen en Italia. A esa conclusión llegó el diario británico después de someter a una investigación periodística los datos que poseía y acudiendo a los archivos del servicio de inteligencia británico.

El Vaticano, escribe The Guardian, utilizando una red de empresas fantasmas, se hizo con la posesión de edificios en Londres, como el de la tienda de Bulgari en la calle New Bond o el del banco Capital Altium en la plaza de Saint-James, así como con otros bienes inmuebles en el Reino Unido, Francia y Suiza, por un valor total de unos 800 millones de dólares.

El dinero para hacer posible este tipo de operaciones de compra, había sido recibido por la Santa Sede en 1929, del Gobierno de Benito Mussolini a cambio del reconocimiento formal por parte de la Iglesia Católica de su régimen fascista.

No obstante los datos aportados por The Guardian, el arzobispo Antonio Mennini, representante oficial del Vaticano ante el Gobierno de Londres, se negó a comentar las evidencias mostradas por el periódico londinense.

PRECISIONES SOBRE EL ARTÍCULO DEL PERIODICO BRITÁNICO

Por otra parte, el también conocido periodista de investigación, Daniel Estulin, precisó que la información del británico The Guardian «puede ser interesante para la gente de la calle», pero para los expertos «nada de lo que se está contando es obviamente una sorpresa». En opinión de Estulin, la Santa Sede siempre ha escondido su dinero, ya que en primer lugar es una organización que se centra en los negocios, y no en la religión. «El Vaticano siempre ha sido una empresa de negocios, lo de la religión es secundario», apunta el periodista. «La religión tiene 1.700 años, y esa gente durante 1.700 años se ha dedicado a ganar dinero. Ese su negocio principal», indicó el periodista.

Daniel Estulin, que es el autor del súper ventas La verdadera historia del Club Bilderberg, conduce en la radiotelevisión rusa RT, el programa «Desde de la sombra». Cada semana entrevista a algunos de los expertos más polémicos en el mundo de la política profunda, desvelando por el camino los secretos más oscuros de las élites y presentándolo de una forma amena al público.

«La religión —dice Estulin— tiene 1.700 años, y esa gente durante 1.700 años se ha dedicado a ganar dinero, es su negocio principal». Daniel Estulin opina que una parte de la riqueza del Vaticano se ha utilizado para formar el grupo internacional de bancos, llamado Grupo Inter-Alfa, que fue montado por la familia Rothschild, «la mano derecha de la reina de Inglaterra», y que controla un 70% de las finanzas mundiales.

Daniel Estulin señala que hay otras organizaciones, vinculadas con el Vaticano, que tienen su dinero «bien escondido» y que no han sido mencionadas por The Guardian. Entre ellas, según el periodista, se encuentran «bancos grandes y pequeños, pero muy privados y muy importantes, y muy sucios».

lunes, 9 de diciembre de 2013

Presentado un manifesto 'precursor' del anarquismo redactado en Haro


El documento, impreso en Pasamar, forma parte del fondo del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam y sale a la luz años después

6-diciembre-2013

José María Pérez, durante décadas corresponsal del diario La Rioja y en los últimos años asociado al Club de Amigos de la Unesco, destapa la existencia de un documento que revela la importancia que llegó a alcanzar en la localidad jarrera el movimiento obrero allá a finales del siglo XIX.

En aquel periodo de absoluta inestabilidad y violencia, en el que el poder perseguía sin recato cualquier colectivo sindical de forma represiva, y los sindicatos aceptaban ese pulso físico impulsando lo que acabó denominándose acción directa y no dejaba de ser sino el amparo filosófico de todo tipo de atentados contra el capital, Haro editó un manifiesto que se considera «precursor de los movimientos anarquistas» y que acabó integrándose en los fondos del Instituto Internacional de Historia Social con sede en Amsterdam (Holanda) al esconderse, durante la Guerra Civil, todo documento que pudiese inculpar a todos los militantes de movimientos de izquierda.

Allí se encuentra el original del documento que reproduce fielmente, y en su totalidad, el cuaderno de trabajo editado por Librería Garabato y el propio Club de Amigos de la Unesco.

Impreso en una imprenta que tuvo domicilio en la calle de la Vega, éste recoge los acuerdos y planteamiento formulados por un grupo de sindicalistas «que cuestiona el uso de la violencia y advierte la escasa relevancia de los sindicatos a los que se califica de pequeños grupos sin peso en el entramado social. De suyo, sólo se hace referencia explícita a uno, la UGT que acababa de poner en marcha poco antes Pablo Iglesias pero que se encontraba entonces poco implantado», apuntó durante la presentación del mismo José María Pérez.

«Es sobre todo una propuesta que se formula, en un contexto de crisis económica como el actual, desde Haro a todo el país». Y que deja claros algunos planteamientos, como el hecho de negarse a ser «correa de transmisión de los partidos políticos». El objetivo era movilizar a los trabajadores para lograr su integración en un movimiento fuerte que protegiese sus derechos, «vista la persecución que sufría a todos los niveles la Internacional Socialista» en todo el conjunto de España.

Es algo que deja claro el manifiesto al concluir esperando «la respuesta» de los interesados a los que se remite, en concreto, a la sede que al parecer tenían los promotores de este movimiento en la calle de San Felices. «Quien lo reciba tenga a bien responder a esta dirección si es para nuestra satisfacción. Y si es para mal, a fuer de adversarios leales», remata el texto que firma Vicente G. García, demostrando una actitud de discrepancia exquisita.

No sólo parece evidente que sus preceptos invitan a los analistas «a concebir este documento como un precursor del anarquismo» (la Confederación Nacional de Trabajadores se suma a la huelga general promovida por UGT en Barcelona, primero, y en el conjunto del Estado, después, en 1917).

También lo constata el hecho de que buena parte de quienes promovieron esta iniciativa que cuestionaba abiertamente cualquier estrategia vinculada al terrorismo, «acabaron incorporándose a los diferentes colectivos anarquistas que fueron apareciendo».

viernes, 6 de diciembre de 2013

La trampa de la liberación nacional


El FLN contra los messalistas: la lucha contra las corrientes políticas rivales en el seno del movimiento independentista argelino (1954-1962)


La pretensión del FLN (Frente de Liberación Nacional argelino) de ser la única corriente del movimiento independentista nunca fue más que propaganda. Eso nunca ocurrió durante la Guerra de Argelia, de manera similar a otros muchos grupos de corte nacionalista, anticolonialista y independentista, en especial los armados, que se constituyen como «frente unitario». Sin embargo, gracias a la creencia ciega en el FLN, Jean Paul Sartre y la izquierda autoritaria marxista francesa y de toda Europa aceptó como válida dicha pretensión, de manera que la organización que hacía la competencia al FLN y era apoyada por Camus, el MNA (Movimiento Nacional Argelino de 1954 a 1957, y posteriormente Movimiento Norte-Africano) de Messali Hadj.

Messali Hadj era un sindicalista revolucionario buen amigo de Daniel Guerin que, a diferencia del FLN, buscaba una alianza con las tendencias libertarias y no dogmáticas del movimiento obrero francés (de manera temporal también buscó alianzas con corrientes trotskistas, las cuales al menos parcialmente rompieron sus relaciones con Messali Hadj y se pasaron al FLN) para apoyarle en la lucha por la independencia de Argelia. Camus era amigo de Messali Hadj desde los años 30 y escribía en los años 50 en la misma revista sindicalista que Messali Hadj, Révolution Prolétarienne.

Masacres contra localidades messalistas y el papel de Frantz Fanon

Cuando en 1954 Messali Hadj (que siempre fue al mismo tiempo sindicalista y luchador en la resistencia) tuvo que confrontar la estrategia militar del FLN, estaba seguro de que no se había hecho uso aún de todas las posibilidades para intentar llegar a la independencia a través de la lucha no violenta. Al principio de la Guerra de Argelia los messalistas eran mucho más numerosos que los combatientes del FLN. Cuando el FLN de repentinamente se decidió el 1 de noviembre de 1954 por la lucha armada, la primera oleada represiva de los militares franceses se dirigió de manera casi exclusiva contra las organizaciones messalistas. Eso era algo que el FLN sabía. En esa guerra interna entre el FLN y los messalistas en Argelia hubo en 1956 y 1957 tres sangrientas campañas en las que el FLN atacó a los messalistas. En la noche del 13 al 14 de abril de 1956, unidades del FLN masacraron a varios cientos (algunas fuentes hablan de 490) de habitantes messalistas del pueblo Tifraten, mujeres y niños incluidos, los cuales fueron degollados. Esto ha pasado a la historia como la «noche roja»[1]. En la noche del 28 al 29 de mayo de 1957 el FLN asesinó 303 (otras fuentes hablan de 374) simpatizantes messalistas en el pueblo Beni Ilmane en Mélouza. La responsabilidad del FLN fue reconocida y confirmada mucho después en la Argelia independiente por el entonces oficial del FLN al mando, Amirouche, en la época de apertura democrática entre 1988 y 1992. La masacre es conocida hoy día como la «Masacre de Melouza».[2]

Alice Cherki, biógrafa de Frantz Fanon, escribe al respecto: «A comienzos de 1957, poco antes de que se descubriesen los muertos de Mélouza, Franz Fanon fue nombrado portavoz de prensa del FLN (...) En Túnez, durante una conferencia de prensa, Fanon echo la culpa de la masacre de Mélouza al ejército francés, en lo cual empleó toda su elocuencia. Pero se equivocaba. En realidad la orden de matar fue dada por Amirouche, el jefe militar del FLN de la Wilaya III.» Fanon, según Cherki, no tenía ningún motivo para no fiarse de las informaciones de la guerrilla del FLN. Pero Fanon siguió con esa versión aún cuando se enteró de quienes habían sido los verdaderos autores. Según Cherki, «Fanon, que de esa forma había sido engañado y burlado, no dijo nada al respecto (...). Pero "el pueblo siempre tiene la razón" y en la lucha no debe uno renegar de sus representantes, piense uno lo que piense de ellos, pensó Fanon».[3]


Finalmente en septiembre de 1957 tuvo lugar una nueva oleada de atentados contra lideres sindicales messalistas en las ciudades argelinas, cuando el FLN quiso imponer su propio sindicato, la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA), contra la Unión Sindical de Trabajadores Argelinos (USTA), que estaba establecida en las ciudades y era de orientación messalista. Camus protestó contra la última oleada de atentados contra sindicalistas messalistas con el siguiente llamamiento, que tan solo fué publicado por la publicaciones libertarias La Révolution Prolétarienne (noviembre de 1957) y Le Monde Libertaire (diciembre 1957). En las publicaciones del marxismo ortodoxo o en la revista de Sartre nadie quiso saber nada al respecto:

«Me dirijo a los sindicalistas y tengo que plantearles la misma pregunta que me planteo a mí mismo. ¿Vamos a permitir que los mejores activistas sindicales de Argelia sean asesinados por una organización que aparentemente pretende imponer al movimiento argelino una dirección totalitaria mediante atentados? Los mandos sindicales argelinos, de los cuales la Argelia del futuro —sea ésta como sea— no pueden prescindir, son lo suficientemente escasos (y nosotros somos responsables de esta situación). Pero entre ellos se encuentran en primera fila activistas sindicales. Se les mata uno tras otro y, cada vez que cae uno de estos activistas, se oscurece el futuro de Argelia un poco más. Esto ha de decirse, lo más alto posible, para evitar que el anticolonialismo con la conciencia limpia quede paralizado y lo permita todo, y muy particularmente los asesinatos.»[4]

Las diferencias de contenido entre el FLN y los messalistas

Camus observó atentamente el desarrollo de la Guerra de Argelia, tanto el FLN como a los messalistas. En una entrevista con Jean-Michael Bloch para la publicación (no libertaria) Demain del 21 de febrero de 1957 dijo Camus en referencia a la diferente reacción de ambos movimientos respecto al alzamiento húngaro, que tenía lugar al mismo tiempo que el argelino: «En lo que respecta a Argelia, al menos por lo que yo sé, sólo Messali Hadj se ha posicionado en contra de la intervención rusa en Hungría, sin renunciar en lo más mínimo a sus propias demandas. No he sabido de protesta alguna del FLN.»[5]

El FLN obtenía a través de Nasser armas de la Unión Soviética, mientras que el movimiento en torno a Messali Hadj permaneció mucho más libre de la influencia soviética, luchando también con armas robadas a los colonialistas, sin recibir envíos de armas. El MNA actuaba de manera activo contra el antisemitismo en sus propias filas, mientras que en el seno del FLN el antisemitismo se extendía sin obstáculo alguno, entre otros motivos debido a que se fomentó la admisión de ex nazis en las propias filas.[6]

En el messalismo estaban mucho más difundidos los conceptos federalistas que en el puramente nacionalista FLN, aún cuando el messalismo no estaba tampoco libre de tendencias y comportamientos autoritarios. Por ejemplo, los messalistas incluso llevaron a cabo en 1949, al inicio de la Guerra de Argelia, una «limpieza interna» contra la entonces denominada «corriente nacionalista bereber» en sus propias filas (ejecutada por cierto por Krim Belkacem, el cual tras fundarse el FLN no tardó en cambiar de bando, pasando a ser uno de sus jefes clandestinos). No obstante los bereberes de las cabilas por regla general podían aparecer como tales públicamente y usar su idioma en el messalismo, algo impensable en el FLN, que propagaba el empleo del árabe como idioma nacional y el Islam como religión unificada.[7] Con el apoyo del alzamiento húngaro para el messalismo se considera que en cierto modo los húngaros habían sido víctimas de un colonialismo, el colonialismo de la Unión Soviética.


Esos enfrentamientos internos entre argelinos permanecieron notoriamente desconocidos e incomprendidos, si no tenemos en cuenta los artículos de (y sobre) Messali Hadj en la revista sindicalista revolucionaria La Révolution Prolétarienne. Ahí puede encontrarse por ejemplo en el número 439 de mayo de 1959 en la página 24, arriba, el artículo «Messali Hadj nous parle de l’Afrique» (Messali Hadj nos habla de África) sobre un encuentro de libertarios y sindicalistas revolucionarios con Messali Hadj justo después de su liberación. En esos círculos Hadj se sentía, según puede leerse, «como en casa» y ahí hizo pública su nueva estrategia, de negociar con urgencia a partir de entonces con todas las corrientes anticoloniales francesas sin condiciones previas —algo que Camus había propuesto hacía mucho tiempo en su llamamiento a convocar una «mesa redonda» con todas las fuerzas anticoloniales— cuando De Gaulle empezó a negociar exclusivamente con el FLN. Y en la página 24, abajo, de ese número de La Révolution Prolétarienne puede encontrase un artículo del activista Albert Sadik, al cual Camus agradece su compromiso al lado del anarquista Louis Lecoin a favor de la objeción de conciencia en el seno del ejército francés.[8]

El estalinismo de Jeanson, colaborador de Sartre

Como se ha nombrado anteriormente, en febrero de 1956 se encuentra en La Révolution Prolétarienne (número 403) una carta abierta de Dechezelles, un activista de dicha revista y al mismo tiempo abogado de Messali Hadj en sus procesos ante tribunales franceses. Hadj fué encarcelado varias veces, deportado o sometido a arresto domiciliario. Dechezelles denunciaba el libro L’Algérie hors la loi (La Argelia fuera de la ley), recién publicado por Francis y Colette Jeanson, como un instrumento de poder, que sólo incluía documentos del FLN y ninguno de los messalistas, creando así la impresión de que el FLN era el único movimiento por la liberación de Argelia. En el libro, prosigue Dechezelles en su crítica, se presenta a Messali Hadj como un colaborador y lacayo del gobernador francés y de la CIA. Además Hadj es acusado de una forma muy explícita típicamente estalinista de trabajar junto con los trotskistas, un reproche que por aquel entonces era en el bloque comunista un crimen castigado con la pena de muerte. Los Jeanson incluso escriben textualmente en dicho libro, El mesalismo está camino de la liquidación, anticipando las masacres del FLN que tendrían lugar posteriormente.[9] Aquí ha de recordar que Francis Jeanson era quien, por encargo de Sartre escribió en 1952 en Les Temps Modernes la critica a L'homme revolté de Camus, y más tarde organiza la Red Francis Jeanson, que apoyaba exclusivamente al FLN con ayudas financieras y con envíos de armas para la lucha armada (los llamados «llevamaletas»).

Las protestas de Camus, amigo de los messalistas

Fueron precisamente las mortíferas campañas de los años 1956 y 1957 las que hicieron que Camus mantuviese un fundado distanciamiento hacia el FLN. Quien lea y tenga en cuenta las revistas libertarias y sindicalistas revolucionarias de esa época, puede entenderlo de manera plausible. Camus protestó también en sus libros de manera abierta contra esas masacres y escribió en marzo/abril de 1958 al respecto en su Prologo a la Crónica Argelina:

«El asesinato ciego de una multitud inocente, en el que los asesinos saben por anticipado que van a encontrar mujeres y niños, deshonra por completo cualquier causa. (...) Por eso, es para mí al mismo tiempo indecente y dañino protestar contra las torturas junto con aquellos que han digerido sin problemas (la masacre de) Melouza o la mutilación de niños europeos. Así como me parece dañino e indecente, protestar contra el terror de la mano de gente que puede aceptar tan fácilmente la tortura.»[10]

En relación con dicho pasaje por cierto señala Camus el ejemplo de Gandhi, que ha demostrado «que uno puede luchar por su pueblo e incluso vencer, sin dejar de merecer respeto ni un solo día».[11]

A finales de 1957 el movimiento messalista había sido destruido. La guerra civil argelina en el seno de la guerra anticolonial de liberación costó más de 10.000 muertos y 23.000 heridos [12]. El FLN argelino sigue hasta nuestros días en el poder y carece de apoyos entre la población de la misma forma que los demás regimenes árabes, que han sido barridos en los levantamientos árabes.

(Artículo publicado en la revista alemana Direkte Aktion,
órgano de expresión de la FAU-AIT)



NOTAS:

[1] Datos sobre la «noche roja» de Tifraten con diferentes cifras sobre las víctimas messalistas, pero que en ambos casos no nombran pérdidas del FLN pueden encontrarse en: Gilbert Meynier: «Le PPA-MTLD et le FLN-ALN, étude comparé», en Mohammed Harbi y Benjamin Stora, La Guerre d’Algérie, Paris 2004, pp. 416-450, especialmente pp. 436ss.; y en «FLN contre MNA, une mémoire sanglante», en Le Monde, 28 de abril de 2004, suplemento especial sobre la Guerra de Argelia. Un resumen puede encontrarse en Graswurzelrevolution, nº 297, marzo de 2005, p.14s.

[2] Datos sobre la «Masacre de Melouza» con diferentes cifras sobre las víctimas messalistas, pero que en ambos casos no nombran pérdidas del FLN pueden encontrarse en: Moula Bouaziz, Alain Mahé, «La Grande Kabylie durant la guerre algérienne», en Harbi/Stora (ver Nota 1), p. 253, y en Jean Daniel, «Témoignage de Jean Daniel», en Harbi/Stora (ver Nota 1), p. 497. Un resumen puede encontrarse en Graswurzelrevolution, nº 297, marzo de 2005, p.14s.

[3] Alice Cherki, Frantz Fanon. Ein Portrait, Ed. Nautilus, Hamburgo, 2001, p. 151s.

[4] Albert Camus, «Post-scriptum», en Albert Camus et les libertaires (1948-1960) de Lou Marin, Égrégores Éditions, Marseille 2008, p. 296s.

[5] Albert Camus, «Der Sozialismus der Galgen» (El socialismo de los patíbulos), en Fragen der Zeit, Reinbek, 1960, pp. 183-188, especialmente 184.

[6] Al respecto según informa el ganador del premio de la paz del libro alemán en 2011, Boualem Sansal, en su excepcional novela Das Dorf des Deutschen oder das Tagebuch der Brüder Schiller, Merlin Verlag, Gifkendorf 2009.

[7] «Die Besiegten und Vergessenen des Algerienkrieges» (Los vencidos y los olvidados de la guerra de Argelia), Partes 1 y 2, en Graswurzelrevolution, números 296 y 297, febrero y marzo de 2005, respectivamente.

[8] «Messali Hadj nous parle de l’Afrique» de Messali Hadj y «Un acquittement qui fait date» de Albert Sadik en La Révolution Prolétarienne, nº 439, mayo de 1959, p. 24, reproducido en Albert Camus et les libertaires 1948-1960 de Lou Marin (ver Nota 4), pp. 319-323.

[9] Yves Dechezelles, «À propos d’un livre sur l’Algérie. Lettre ouverte à Francis et Colette Jeanson» en La Révolution Prolétarienne, nº 403, febrero de 1956, p. 21s., reproducido en Albert Camus et les libertaires 1948-1960 de Lou Marin (ver Nota 4), p. 311-318.Traducido al alemán en Graswurzelrevolution, nº 296, febrero de 2005.

[10] Albert Camus, «Vorwort zur Algerischen Chronik», en Fragen der Zeit (Nota 5), p. 146.

[11] Idem.

[12] Guy Pervillé, «La guerre d’Algérie: combien de morts?», en Harbi/Stora (ver Nota 1), pp. 477-493, especialmente p.484.