domingo, 25 de noviembre de 2012

Entrevista con un ateo saudí

William Bauer

(21/11/2012)

«Por favor, tenga en cuenta, que hay una caza de brujas contra nosotros... así que tenga cuidado con los detalles que revela», comienza Jabir. Tiene razón para estar preocupado, porque él es un ateo en un país donde defender creencias distintas al Islam sunnita puede acarrear prisión, ser posiblemente torturado, y con una teórica posibilidad de ejecución.

Aunque Jabir no es su verdadero nombre, aún desconfía de expresar públicamente sus puntos de vista. Arabia Saudí es un entorno altamente hostil para expresar creencias religiosas no islámicas, por no hablar de la incredulidad. De hecho, para muchos saudíes, el ateísmo —mulhad en árabe- es mucho más inquietante que creer en otra religión diferente. El ateísmo, como sostienen muchos clérigos en Arabia Saudí, conduce a una vida disoluta, aventuras carnales, conductas inmorales y, en última instancia, a la condenación eterna.

Los ateos son retratados en los medios oficiales saudíes como una amenaza existencial y de corrupción para la sociedad. Un clérigo incluso habló recientemente de una: «oleada de ateísmo que azota el país». Es muy poco probable que esto ocurra, pero demuestra el temor persistente a los ateos y asegura que ningún saudí exprese esta creencia abiertamente.

Jabir tiene unos veinte años, y se graduó con éxito en una prestigiosa universidad saudí. Solía ser muy religioso, asistía regularmente a las clases de Corán de su escuela, y no escuchó música hasta su adolescencia. Pero en sus últimos años de escuela, todo esto cambió.

«Me di cuenta que algunas de las enseñanzas y reglas religiosas no tenían sentido. Así que empecé a hacer preguntas acerca de detalles pequeños, como por qué la música es Haram (prohibido) o por qué las mujeres tienen que cubrirse el rostro. Entonces empecé a leer sobre la forma en que los textos islámicos y el Hadith se escribieron... Yo tenía un grupo de amigos que nos gustaba hablar de libros en nuestras frecuentes reuniones... Después de un tiempo llegué a creer que toda las religiones no son más que invenciones humanas para luchar contra la realidad e imponer un orden».

Citando obras clave de pensadores musulmanes y árabes, así como de autores como Richard Dawkins, Christopher Hitchens y Sam Harris, Jabir explica que adquirir estos libros es muy difícil. A menudo, tiene que pasarlos de contrabando en Arabia Saudí. «Por lo general obtenía algunas copias de libros en inglés que nadie entendía. Tuve que esconder Dios no es bueno en una bolsa a medida para poder pasar la aduana, ya que era demasiado evidente...»

Luego viene otra complicación, ocultar estos libros. El proceso es lentísimo nos comenta Jabir: «... Si quieres bromear con un ateo saudí pregúntale: "¿dónde tienes tu alijo de libros extraños?"» Más allá del humor, sin embargo, el problema es muy grave, y si le encuentran estos libros, Jabir tendría serios problemas.

Cuando se le pregunta si mantener tales puntos de vista lo aislaba, responde con seguridad: «Desde mi propia experiencia, fue muy fácil. Es importante destacar que un grupo cercano a mí de compañeros del colegio abandonó igual que yo la fe islámica. Cuando acabé la carrera, me fui a trabajar, al igual que la mayoría de mis amigos, a diferentes ciudades. Esto me fue fácil para conocer otros grupos racionalistas y ateos en cada una de las ciudades que estuve.»

En los últimos diez años, los nuevos medios de comunicación han abierto las puertas a mucha gente del país. Ya se trate de un joven saudí en busca de amor, un analista político en ciernes impedido a debatir públicamente, un experimentado escritor en busca de público, o un ateo en búsqueda de almas gemelas, Internet ofrece posibilidades para todos. «Facebook y Twitter hacen que sea fácil encontrar personas que debaten y se interesan por los valores seculares. Nosotros, los "no creyentes" hacemos reuniones y tenemos grupos en varias ciudades saudíes. A pesar de lo difícil que es conocerlos, si usted entra en uno de ellos, se sorprenderá, entonces, por la cantidad y los sectores de la sociedad allí representados», dice Jabir.

No es sólo el hecho de que haya otra gente como él, lo que sorprendió a Jabir. «Me quedé muy sorprendido al conocer a personas mayores de cuarenta y cincuenta años que ocultaron su ateísmo durante décadas. Me dijeron que sólo con la generación joven actual habían encontrado a otras personas que piensan igual que ellos y fuesen capaces de encontrar grupos en los que poder hablar y debatir sobre sus ideas.» Jabir cortésmente objeta cuando se le pregunta acerca de los antecedentes de estas personas, la confidencialidad y el secretismo son muy acentuados en el entorno ateo de Arabia Saudí.

Jabir mantiene la apariencia de ser un creyente islámico, cuando está entre la familia. En ocasiones, esto se vuelve frustrante, sobre todo porque todos los viernes tiene que fingir que va a rezar a una mezquita, pero en realidad se sienta en su coche en el exterior de una cadena de cafeterías, bebiendo un café con leche hasta que el sermón haya terminado. Otro ateo, Abdalá, menciona que él tiene la suerte de tener a su familia viviendo en otra parte de Arabia Saudí, y por lo tanto no tiene que fingir todas las semanas.

Sin embargo, las consecuencias de ser descubiertos como ateos serían terribles para Jabir o cualquiera de sus compañeros. «Si alguien declarase que no es creyente, al margen de si el gobierno tomase medidas o no, quedaría aislado por la familia, sería despedido de su puesto de trabajo, la gente en todas partes hablaría mal de él y advertirían a otros sobre él. Y sería muy probable que le agredieran físicamente, e incluso matarlo.»

Cuando se le pregunta cómo se siente por ser saudí, Jabir dice: «El hecho de que Arabia Saudí no sea un país secular, me hace ser pesimista por el futuro. El hecho de que este país es un estado religioso, promotor de una de las formas más extremistas del Islam, me horroriza. No veo un cambio de la sociedad, no veo un cambio de la familia real, y que al resto del mundo no le importe nada cuántas personas son asesinadas simplemente por negarse a creer en la religión en la que nacieron, siempre y cuando el petróleo siga bombeando».

Aunque la visión de Jabir es profundamente deprimente, es innegable que Arabia Saudí está cambiando. Con una población en auge, el aumento del desempleo, la caída de los ingresos por la venta de petróleo, Internet en constante crecimiento y la expansión social de los medios de comunicación, el país se enfrenta a tiempos de cambio e inestabilidad. Se podría transformar en una sociedad más libre y más tolerante con los diferentes puntos de vista e ideas dentro de sus comunidades.

Sin embargo, también puede ser que el sistema político reaccione ante estas nuevas circunstancias, con mayores restricciones sociales y religiosas. Para Jabir sería una auténtica pesadilla cuando el relativamente reformista rey Abdalá muera y viniese un nuevo monarca que permita a la policía religiosa y a ciertos sectores sociales saudíes iniciar una agresiva caza de brujas contra los «no creyentes».

Le pregunto por qué sigue aferrándose a sus opiniones, en ésta, la más peligrosa de las sociedades: «Como persona, nunca me imaginé que estaría en paz conmigo mismo y con mi visión de la vida como siento ahora. Mis nuevos puntos de vista sobre el poder supremo, el más allá, la fe y la religión, se han transformado gradualmente a lo largo de años de lectura y búsqueda de la autosatisfacción. Sin embargo, como saudí, me siento como si hubiera nacido en el lugar equivocado.»

Y para acabar dice: «¿No es un derecho fundamental de los seres humanos creer o no creer libremente? Sé que esto es sólo un sueño en Arabia Saudí, pero esto no cambia el hecho de que la gente tenga diferentes puntos de vista y creencias, lo permita o no la sociedad.»

Policia religiosa saudí.

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