domingo, 18 de noviembre de 2012

El caso SOKAL: La verdad de las mentiras


¿No entiendes el lenguaje de algunos filósofos? No pasa nada. A veces, ellos tampoco. Esta es la historia del físico norteamericano Alan Sokal que, harto de tanta impostura, decidió combatirla con sus mismos tics.

Filosofía Hoy


En mayo de 1996, un profesor de física estadounidense, Alan Sokal, cansado del abuso que científicos sociales y humanistas hacían de las ciencias naturales, decidió escribir un artículo paródico y enviarlo a la revista de estudios culturales Social Text. Redactó su trabajo filosófico-científico en un estilo incomprensible, muy propio de algunos textos posmodernos que él pretendía combatir, y lo tituló Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravitación cuántica. Plagado de citas absurdas, aunque auténticas, de intelectuales franceses y estadounidenses y sazonado de sinsentidos, el artículo fue publicado, entre alabanzas a su autor.

Posteriormente, éste decidió revelar su argucia en otra revista, Lingua Franca, manifestando que su intención era desenmascarar el uso inadecuado e inexacto de la terminología científica y las extrapolaciones abusivas de las ciencias naturales a las ciencias humanas con el fin de denunciar los estragos intelectuales causados por la posmodernidad.

En 1997 Alan Sokal y Jean Bricmont, un físico belga, ampliaron la crítica en un libro, Imposturas intelectuales, que ponía nombre y apellidos a los representantes de esa corriente posmoderna que, instalada en un relativismo cognitivo, abandonaba el camino racionalista de la Ilustración al considerar a la ciencia como una narración, un mito o, simplemente, una construcción social.

Los impostores desenmascarados

Imposturas intelectuales está plagado de actores principales (Jacques Lacan, Bruno Latour, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilio) y secundarios de reconocida trayectoria en el coro de la epistemología del siglo XX (Popper, Quine, Kuhn, Feyerabend). El libro sostiene que el relativismo posmoderno se nutre a base de oscurecer y abusar de conceptos que proceden de las ciencias físico-matemáticas y que, según Sokal, se plasman en hablar sobre teorías científicas de las que solo se tiene una vaga idea e incorporar a las ciencias humanas o sociales nociones propias de las ciencias naturales sin justificación experimental o conceptual. Además, muchos autores exhiben una erudición superficial utilizando términos científicos de manera incongruente. Para el autor de Imposturas intelectuales, no hay nada vergonzoso en la ignorancia, pero sí en la arrogancia con la que determinados intelectuales tratan de profundizar sin pasar de la superficie o usando la ambigüedad como refugio.

¿Por qué se ha llegado a esta situación? La suplantación del pensamiento racionalista moderno por parte de los planteamientos posmodernos ha elevado la tensión entre las «dos culturas» impregnando a las humanidades y ciencias sociales de creencias subjetivas y discursos oscuros. Es preciso, añade Sokal, saber de qué hablamos cuando hablamos de ciencias naturales y diferenciar lo oscuro de lo profundo, desconfiando de los argumentos de autoridad y, fundamentalmente, no ser autómatas subsidiarios de las ciencias naturales, utilizando conceptos como metáforas.

Así que en Imposturas Intelectuales, el físico estadounidense va haciendo crítica del posmodernismo a través de la «topología psicoanalítica» de Lacan, los abusos de los conceptos matemáticos de Kristeva o del barniz verbal con el que Baudrillard trata de dar apariencia de profundidad a observaciones superficiales sobre sociología o historia. El libro finaliza con el artículo comentado que apareció en Social Text con ese título sólo correctamente reproducible por Groucho Marx o Cantinflas.

Para Sokal, las especulaciones del discurso posmoderno sobre la mecánica cuántica representan la tensión esencial de su denuncia: la confusión del sentido técnico de algunos términos y el gusto por la interpretación subjetiva, con respecto a Heisenberg y Bohr, que se refleja de forma definitiva en esa terriblemente conocida afirmación: «Como dice Einstein en su teoría de la relatividad, todo es relativo». El hecho de que la teoría cuántica esté cargada filosóficamente y que lleve de forma natural a la consideración del papel que juega en la sociedad el nacimiento de una teoría, transporta a algunos hasta el limbo del Tao de la física a hombros de variables ocultas (Bohm, Nicolescu).

Y un apunte final sobre el plano argumentativo. Hemos dicho que Sokal había construido su artículo a partir de saltos ilógicos y de frases sintácticamente correctas. Pues bien, ese relativismo tiene mucho que ver con las razones que llevaron a que una parodia con un título ampuloso fuese tomada por un riguroso estudio académico. Su publicación demuestra la negligencia de los responsables que dieron luz verde a un artículo sin consultar a otros expertos, como reconoció posteriormente el coeditor de Social Text, porque procedía de un «aliado con las credenciales adecuadas». En opinión del propio autor el artículo fue aceptado porque «sonaba bien» y «favorecía las concepciones ideológicas de los editores».

Pero la publicación se relaciona, asimismo, con lo convincente que ha de ser (o la ausencia de convicción, en este caso) una buena argumentación. Y es cierto que en el reconocimiento de la buena argumentación, la bondad y la eficacia no siempre se corresponden.

A las imposturas denunciadas por Sokal respondieron los aludidos con una publicación coordinada por Baudouin Jurdant titulada Imposturas Científicas: Los malentendidos del Caso Sokal. Ahí, un numeroso grupo de investigadores franceses se preguntan si Sokal y Bricmont han leído lo que critican, acusándoles de poner en peligro los inestables equilibrios que gestionan las relaciones entre las ciencias de la naturaleza y las humanas. En la Introducción, Jurdant cuestiona el uso que Sokal y Bricmont hacen del concepto «sentido común» para legitimar la existencia de una realidad objetiva independiente de todo ser humano, y denuncia que la crítica de Sokal y Bricmont es, a menudo, caricaturesca y grosera.

Una polémica actual

Casi diez años después, en el año 2008, Alan Sokal publicó Más allá de las imposturas intelectuales: Ciencia, filosofía y cultura, con el fin de denunciar el auge de la desinformación y de la pseudociencia, y defender la argumentación racional y lógica frente al pensamiento basado en los tópicos, la tradición y la superstición. En este libro aborda las implicaciones que se derivaron de su pequeño «experimento» y la sorpresa que le provocó el revuelo levantado. Desde su autorreconocida condición de impenitente hombre de izquierdas, Sokal manifiesta una razón expresamente política que le animó a escribir su artículo: combatir la moda del discurso posmoderno, que es contrario a los valores de la izquierda, y una rémora para su futuro, que no es ningún lugar tranquilo. Entiende Sokal que existe un asalto a la razón y a la ciencia por parte de una derecha política y por la alianza entre grandes empresas que tratan de eludir normativas ambientales y de seguridad, por un lado, e integristas religiosos que tratan de imponer sus dogmas en la política educativa y sanitaria, por otro.

Las implicaciones de esta polémica trascienden el ámbito académico y se sitúan en un territorio social y político de gran actualidad, porque buena parte del debate gira en torno al problema de la importancia de la ciencia en la sociedad: cuánta ciencia deberíamos saber y qué consecuencias tiene ignorarla o despreciarla. Y si evaluamos la trascendencia social del pensamiento científico en relación con los resultados alcanzados por la ciencia y la tecnología, la realidad no resulta muy alentadora: seguimos creyendo en las abducciones extraterrestres, en el horóscopo o en las teorías que se sirven de la física cuántica para demostrar la existencia de Dios y la resurrección de los muertos.

Las reacciones al caso Sokal, como afirma Jorge Wangensberg, son un mar de tinta en el que burbujea de todo «(...) pero, sobre todo, risa, mucha risa, una risa muy sana porque, a la postre, se trata, ni más ni menos, que de la risa de la ciencia riéndose de sí misma, una risa que tanto ha faltado ¡y sigue faltando! en tantas ideologías y tantísimas creencias de la historia de la civilización. En ciencia por lo menos, ya nada volverá a ser exactamente igual que antes del caso Sokal», aunque nada es igual que antes, salvo la permanencia de las imposturas y los obstáculos que impiden abrirse paso al pensamiento racional.

Luis A. Iglesias Huelga
Profesor de Filosofía en el IES Escultor Daniel de Logroño

5 comentarios:

  1. Pues sí, risa, mucha risa deslizándose sobre la encriptada y pedante retórica de ciertos gurús encumbrados en sus torres de marfil.
    ¡Hostia qué sano es reírse!

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    1. ¡Exacto! Aunque en el libro Sokal cuestione a algunos intelectuales franceses, por extensión, se puede aplicar en todas partes; hay mucho intelectual y académico que se cree que puede opinar de cualquier cosa por el hecho de tener un título o reconocimiento público. Pero hay un refrán que nos viene a decir: «Habla poco de lo que sabes y guarda silencio de lo que ignoras». Porque ignorantes, ignorantes, lo somos todos —incluso ellos— ya que no lo sabemos todo y desconocemos algo, aunque no lo sepan algunos.

      ¡Bienvenido, quien seas!

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    2. ¡Bien hallado, Pavel! ¡Un placer!
      El intelectual profesional es alguien que olvida con indeseada frecuencia que bajo su cabeza existe un cuerpo (que disfruta, padece, trabaja y... muere). La panadera de un pueblo de Extremadura en el viví unos años me decía: "Yo apenas sé leer, pero ¿a qué mi pan está bueno?" Y ¡vaya que si lo estaba! La María, que así se llamaba, se expresaba infinitamente mejor que toda esa caterva de plumíferos y parlanchines que anegan editoriales, periódicos, radios y televisiones con su estéril jerigonza. (¡Mucho más nutritivo, física e intelectualmente, el pan de la María!, desde luego).

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  2. El autor no ha leído la bibliografía básica sobre este caso. En España, por ejemplo, el primer libro de Sokal fue profundamente analizado por el catedrático de Filosofía de la UNED Quintín Racionero en un artículo en la revista Endoxa http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:Endoxa-199954773825-7407-A638-3065-9E53F37E2943&dsID=resistible_ascension.pdf Le recomendaría (y a los autores de la página) que antes de unirse a las corrientes hegemónicas del neoliberalismo consultaran un mínimo de publicaciones autorizadas. La que les enlazo es, por sí sola, suficiente para que dejen de repetirse tonterías.

    Salud y fuerza.

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    1. ¿Alan Sokal y Jean Bricmont neoliberales?
      ¡Sorprendente! Esta afirmación sí que es una gran tonteria. La confrontación académica entre ciencias naturales y ciencias sociales, entre ciencias y letras, ese es el problema.

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