miércoles, 1 de febrero de 2012

La prensa anarquista y anarcosindicalista hasta 1939

por Paco Madrid, 12/11/2011




Una de las bases de apoyo más importantes del anarquismo ha sido (y continúa siéndolo) la propaganda. Contrario a la política parlamentaria, y en líneas generales a la participación en las instituciones que de una u otra forma sustentan el Estado, su práctica está ligada a la acción directa y a la crítica y denuncia de las relaciones de explotación, vigentes en las relaciones sociales basadas en la jerarquía y el autoritarismo, especialmente en la crítica al Estado. La propaganda del anarquismo se concreta, por una parte, en la edición de libros y folletos, dedicados a la crítica, a la exposición de los postulados anarquistas o a la elaboración de una teoría del anarquismo en la acción social; por otra, en la publicación de periódicos, revistas e incluso diarios. Sus objetivos son múltiples, entre otros ofrecer una información alternativa que recoja sobre todo la denuncia a los atropellos, una información puntual de las huelgas -que en muchas ocasiones se convierten en la única fuente de información, lo cual supone siempre un apoyo a las mismas y también la propaganda doctrinaria-, el debate sobre cuestiones de táctica o estrategia y la polémica sobre aspectos sociales coyunturales.

En España, el movimiento anarquista ha hecho y continúa haciendo un extraordinario uso de la propaganda. En el periodo que se extiende entre la I Internacional (1869) y el final de la Guerra Civil (1939), el volumen propagandístico del movimiento era un buen analizador de su fuerza en un momento determinado, tanto en lo que se refiere a la edición de libros y folletos, como en lo que respecta a la prensa periódica. En este último campo se publicaron en el periodo citado casi 900 cabeceras diferentes de periódicos y revistas, de las cuales más de 175 (un 25%) fueron publicadas en los tres años que duró el período revolucionario.

De entre todo este abundante material periodístico destacaremos algunas cabeceras que tuvieron una especial importancia, como el semanario Solidaridad Obrera, de Barcelona, aparecido por primera vez el 19 de octubre de 1907 y convertido en diario a partir del 1 de marzo de 1916, o el periódico Tierra y Libertad, fundado en 1888 por los anarcocomunistas de la villa de Gracia y que reapareció con gran fuerza a principios del siglo XX, llegando a convertirse en el órgano oficioso de los grupos de afinidad anarquista y posteriormente en el órgano de la FAI. También tuvieron su importancia otros periódicos obreros como El Productor, de Barcelona, con sus secuelas posteriores o El Corsario, de La Coruña. Las revistas anarquistas fueron, por lo general, de una extraordinaria calidad, tanto en su presentación como en su contenido; empezando por Acracia, de Barcelona -una de las mejores revistas del siglo XIX-, o las dos épocas de La Revista Blanca -la primera en Madrid y la segunda en Barcelona-; sin olvidar a Generación Consciente, de Alcoy-Valencia y a su continuadora Estudios, de Valencia; Ética e Iniciales de Barcelona, -dos extraordinarias revistas individualistas- o Tiempos Nuevos, también de Barcelona, publicada en los años treinta, etc.

Adentrarnos en el análisis de las características de la prensa anarquista significa considerar los diferentes enfoques desde el que éste puede ser llevado a cabo.

Visto en sus aspectos cuantitativos, frente al volumen de la prensa no anarquista -particularmente la no obrera- la prensa de esta ideología ocupa un espacio relativamente pequeño, especialmente por lo que se refiere a continuidad, duración y periodicidad. Se diría que insignificante si tenemos en cuenta el espacio que se le dedica en las obras generales sobre periodismo. Sin embargo, cualitativamente tuvieron una mayor repercusión, por cuanto prestaron -a diferencia de los periódicos burgueses, fundamentalmente los diarios- muy poca atención a la información puntual o de actualidad, sobre todo política. Esta característica, que le ha sido criticada con dureza en numerosas ocasiones, sirvió para que el periódico anarquista -que llenaba sus páginas principalmente con artículos de carácter doctrinal-ejerciese su influencia más allá de su desaparición, guardando muchos la colección completa de una determinada publicación. En el aspecto estético o de presentación, casi siempre se procuró que fuera muy cuidada, teniendo en cuenta que había un núcleo considerable de anarquistas en el ramo de la tipografía. Éstos prestaban su especial concurso en conseguir que el periódico reuniese las condiciones necesarias para resultar atractivo. Desde la cabecera, hasta la disposición de las noticias, se observa una meticulosidad que daba al conjunto un aire característico a la prensa anarquista de la época. En la medida de lo posible, junto al título de cabecera, se insertaban grabados alusivos al periódico en cuestión y se utilizaban toda clase de recursos para llamar la atención del lector hacia un aspecto concreto o noticia de especial relevancia. A pesar de ello, no era éste el aspecto más importante, y aunque de modo consciente o inconsciente se apropiaron o idearon el modo más adecuado de interesar al posible lector, su preocupación primordial se centró siempre en el contenido. En gran medida creyeron, en todo momento, que el potencial lector a quien iba dirigida la prensa anarquista -la clase obrera fundamentalmente- estaba casi ganado, al menos en los períodos de efervescencia o crisis social, de auge y reorganización. Tenían una gran confianza en la fuerza de sus convicciones y en ningún momento dudaban del poder de la verdad. Frente a la prensa burguesa, considerada machaconamente como prensa falaz y mercenaria, vendida al mejor postor cual prostituta callejera, estaban convencidos que su discurso libre y veraz, no sujeto a conveniencias ajenas que pudieran distorsionarlo, derrumbaría cual castillo de naipes las poderosas murallas levantadas por siglos de oscurantismo y explotación. Para ello, se apoyaban en sustratos que consideraban de una firmeza tal que podía sin molestias sustentar todo el edificio de crítica social: la ciencia y la fe en el progreso. Pero aunque se preocuparon poco de la forma literaria que daban a su discurso, ya que pensaban que lo importante era el fondo, no faltaron incursiones en este terreno estilístico. El hecho de que el periódico anarquista estuviera abierto a todos aquellos que quisieran o tuvieran necesidad de decir algo contribuyó, no poco, a generar toda una literatura que podríamos calificar de obrerista. Posiblemente, no llegue a alcanzar las cumbres del Parnaso, pero es un aspecto no desdeñable de la producción literaria anarquista. Desde la poesía al cuento, sin olvidar el ensayo, todos los estilos fueron intentados, pero predominó, en última instancia, el fondo sobre la forma. Con esto queda sobreentendido que colaboradores del periódico podían serlo todos aquéllos -anarquistas o no- que supieran escribir y tuvieran el tiempo suficiente para hacerlo. E incluso aquéllos que eran incapaces de pergeñar unas mal trazadas líneas, podían también contribuir con su grano de arena si eran capaces de encontrar un amanuense que se aviniera a trabajar para ellos.

Si de los colaboradores pasamos al cuerpo de redacción del periódico -es decir, los responsables directos del mismo- el grupo se restringe lo suficiente como para que pudiéramos identificarlos de haber sido práctica corriente la llevada a efecto por La Solidaridad, de Madrid. Esta anotaba escrupulosamente a los componentes de la redacción en cada cambio que se producía, siguiendo al pie de la letra las directrices marcadas por el reglamento del Órgano de una Federación Local. Pero esto fue una excepción. Sólo en muy contados casos conocemos con exactitud a los integrantes de los mismos, y aún así recurriendo constantemente a fuentes indirectas. Convencidos -y así era indudablemente- que los lectores del periódico los conocían perfectamente, no veían la necesidad de plasmarlos en letras de molde a fin de ahuyentar toda idea de vanidad tanto como para evitar en lo posible dar facilidades a la policía en su cometido. Salvo contadas excepciones, que podrían ser enumeradas: la familia Urales (y en este caso con ciertas salvedades, porque sus empresas periodísticas hubieron de ser combinadas con otro tipo de actividades para poder sobrevivir), Ricardo Mella, Puente, y algunos otros, los redactores eran obreros. No abundaron nunca los profesionales entre los anarquistas y los intelectuales jamás estuvieron muy bien vistos entre ellos. El cuerpo de redacción de los periódicos ácratas se reclutaba entre el amplio ejército de trabajadores o campesinos que suplían sus deficiencias con una gran dosis de buena voluntad y una parte no desdeñable de espíritu de sacrificio. Editar un periódico anarquista se consideraba una labor militante, desde luego no remunerada y por lo tanto alternada con la larguísima jornada de trabajo que tenían que soportar, al menos hasta que se logró la jornada de ocho horas. Cierto es que los periodistas de los grandes diarios burgueses -con mayor motivo de los pequeños- no disfrutaban de una situación muy envidiable y en un alto porcentaje tenían que redondear sus escasos emolumentos dedicándose a tareas que poco o nada tenían que ver con su actividad periodística. Únicamente en el caso de los diarios anarquistas -escasos en número- se empleó personal pagado -periodistas profesionales o aficionados-, pero incluso en estos casos el porcentaje era muy reducido en el total de la plantilla.

Pasando a los objetivos, uno de ellos era, sin ningún género de dudas, la extensión de la propaganda. Entre las numerosas trabas que se encontraban para cubrirlo no era la menos importante el elevado índice de analfabetismo que incidía de forma especial entre la clase obrera y campesina, principal sector al que se dirigía dicha propaganda. Por ello, el periódico anarquista se convirtió en tribuna y vehículo de cultura con el fin de sacar al trabajador de la secular ignorancia a que se le había tenido sometido. Conocida es la preocupación de los anarquistas por fundar escuelas al margen de la iniciativa oficial o religiosa con el fin de rescatar al trabajador de toda tutela pública o eclesial para hacer de él un ser consciente, independiente y por tanto libre. Como complemento en algunos casos y sustituto en otros, el periódico pretendió cubrir esas deficiencias. La imposibilidad de que algunos -la mayoría- pudieran leerlo extendió el hábito de las lecturas públicas. En ellas el privilegiado que conocía los rudimentos de la lectura se convertía en espontáneo lector que, con más o menos dificultad, leía aquellos artículos del periódico que le parecían más interesantes a un amplio auditorio que le escuchaba atentamente. Junto a este afán educativo de las clases menos favorecidas socialmente se pretendía, paralelamente, elevar el nivel de conciencia de los explotados mediante denuncias de las injusticias del sistema o extender los métodos de lucha contra el mismo. Salvo contadas excepciones, contribuyeron a difundir la idea de la asociación obrera como paso previo a la constitución de una fuerza de los trabajadores que hiciera frente con algún éxito a las fuerzas coaligadas que defendían el capitalismo: burguesía, ejército e iglesia, como principales factores de la reacción.

La propagación de las ideas anarquistas ocupa también un lugar destacado entre los objetivos de la prensa de esta tendencia. Ello suponía hacer propaganda masiva del rechazo a toda política, y consecuentemente, la creación de organizaciones al margen de la misma. Si por un lado el sistema político de la Restauración ideado por Cánovas -el bipartidismo- con sus secuelas de corrupción, fraude en las elecciones, etc., favorecía dicha propaganda, por el otro la represión indiscriminada que al mismo tiempo propiciaba era un factor negativo cuando se trataba de crear organizaciones estables en defensa de sus intereses de clase.

Así pues, el periódico anarquista se convirtió, además, en un arma de lucha, debatiéndose constantemente entre la organización y la revolución.

El diario CNT

La idea de un diario que fuera expresión directa de la organización a nivel nacional, se venía gestando desde el mismo nacimiento de la Confederación. El auge que ésta conoció a partir de 1930 hizo que la idea fuera tomando cada vez mayor consistencia hasta el punto de proponerlo en el Congreso Extraordinario del Conservatorio. Este nacimiento, después de superadas grandes dificultades, fue un hecho el 14 de noviembre de 1932.

Su implicación en las luchas sociales le valió numerosas denuncias y suspensiones y a raíz de la revolución de Asturias fue de nuevo suspendido, pero en esta ocasión la suspensión duró casi dos años, ya que no volvió a aparecer hasta el inicio de la revolución de 1936.

Bibliografía

Díez, Xavier. Utopía sexual a la prensa anarquista de Catalunya.

La revista Ética-Iniciales (1927-1937). Pagés Editors. Lleida, 2001.

Valle Inclán, Javier del. Biografía de La Revista Blanca, 18981905. Ediciones Sintra. Barcelona, 2008.

Paco Madrid
Número especial Solidaridad Obrera: 100 años de anarcosindicalismo

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