martes, 21 de diciembre de 2010

La moral sexual de Émile Armand

[Texto que forma parte del capítulo IV, del libro Los Anarquistas de 1970 del historiador inglés Rod Kedward, titulado «Libertad y anarquía». Sobre un profeta de la liberación sexual y el anarco-individualismo francés a los inicios del siglo XX .]

De todas maneras, ni la profanación ni el robo eran los principales métodos anarquistas de afirmar su libertad ante la religión. A los ojos anarquistas la Iglesia no era simplemente hipócrita, era también la guardiana de la moral personal y, por lo tanto, una traba intolerable a la libertad individual. Afirmar la libertad moral fue el método positivo elegido por los anarquistas para manifestar su «religión». Su propósito era doble: escandalizar las sensibilidades religiosas y, un aspecto más creativo, liberar las emociones reprimidas y censuradas del individuo en el sentido que ellos consideraban sano para el individuo y la sociedad.

El verano de 1905 un orador llegó a dar una conferencia pública en Montmartre (París) cubierto sólo por un bañador. El tema de su conferencia era el nudismo.

Vestido así salió de su casa a una calle concurrida y fue inmediatamente arrestado por dos policías que le sometieron a un interrogatorio. Se presentó al sargento de policía como estudiante de medicina y justificó por qué no llevaba vestido. «El calor —dijo— hace sudar, y el sudor contiene productos dañinos como el ácido úrico. Por lo tanto, sí el sudor se queda en los vestidos, es reabsorbido por la piel y envenena el cuerpo.» El sargento le escucho con calma burlona, concluyó que estaba loco y avisó a un médico de la policía. Pero el médico después de escuchar al estudiante, dijo que, desde el punto de vista científico tenía razón y que, puesto que se había tapado los órganos sexuales con el slip, no había ninguna razón para prohibir la conferencia.

Esta referencia fue dada por un anarquista francés en la presentación de Ernest-Lucien Juin, conocido como Émile Armand, el profeta de la libertad sexual. Armand no era el conferenciante, pero se encontraba entre el público y aprobó por completo la conducta del estudiante. Ésta era, según él, fiel al espíritu del individualismo anarquista que sostenía que las ideas deben siempre ponerse en práctica: si uno estaba en contra de los vestidos, no tenía que llevarlos.

Armand fascinó a sus contemporáneos como hombre y como escritor. Su infancia fue distinta de la de muchos anarquistas. A pesar de que su padre había luchado en la Comuna de París y dio a su hijo una educación profundamente anticlerical, Armand se hizo apasionadamente religioso. Durante el exilio de su familia en Londres compró por un penique un ejemplar del Nuevo Testamento y pensó que la palabra de Cristo tenía una frescura de la que las ideas de su padre estaban faltas por completo y, de regreso a Francia, empezó a asistir a las reuniones del Ejército de Salvación. En 1889, mientras escuchaba un sermón sobre el texto «Deberás nacer de nuevo», hizo un acto público de conversión religiosa y fue soldado de Cristo durante ocho años. Pero dos factores le hicieron sentir inquieto e incómodo. En 1895, empezó a leer escritos anarquistas y a apartarse de su mujer. Tenían actitudes completamente diferentes y discutían con frecuencia. Después de una espectacular disputa en 1897, el Ejército de Salvación le degradó, castigo del que se resintió amargamente.

Como reacción intento abandonar el Ejército de Salvación y a su mujer, aunque no podía romper con sus arraigados principios morales. Pero, de manera inesperada, logró hacerlo. El Ejército de Salvación le encargó entregar 200 francos a un impresor y se obsesionó con el deseo de robarlos; al final, lo hizo. Aquella noche sintió «la gran alegría de haberse liberado de la moral», y aunque le atormentó su culpa y después devolvió el dinero, había encontrado lo que significaba la libertad, el ejercicio de su propia individualidad. Inmediatamente se dedicó al periodismo y a escribir panfletos para propagar su concepción del individualismo y, como consumación de su libertad, al fin se separó de su mujer en 1902. la razón que dio para esta separación es la clave de todos los escritos de Armand, la opinión de que el acto sexual realizado entre personas que no se quieren no es moral ni libre.

Fundamentalmente Armand pedía el pleno derecho de las relaciones sexuales entre dos personas que se gustaran o amaran una a la otra, pero su lenguaje morboso, y a menudo sentimental, asegura que su libertad no debe ser tomada en un sentido promiscuo o licencioso. Esto se puede ver cuando distingue entre el deseo sexual y el deseo de tener hijos:
«Cuando el amor nace entre dos personas y se unen, en principio no son impulsados por el deseo de tener hijos, sino por simpatía y pasión mutuas, una atracción que encuentra su expresión natural en el acto sexual. El deseo de la pareja de tener hijos es algo completamente distinto que, en general, se desarrolla más tarde, como resultado de una reflexión. En consecuencia no puede ser considerado ni una necesidad básica ni un instinto.»
De esta distinción deriva la necesidad moral de la anticoncepción.
«El hombre que respeta la personalidad de la mujer que se le entrega será negligente o autoritario si no le advierte que hay métodos mecánicos para evitar la maternidad no deseada.»
Armand vivió hasta 1963, época en que sus opiniones eran ya menos controvertidas, pero cuando en 1901 fundó su primer periódico, L’Ère Nouvelle (La Nueva Era), había pocos precedentes de moral absolutamente individualista.

RODERICK KEDWARD.
Los Anarquistas. Asombro del mundo de su tiempo, 1970.

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