miércoles, 27 de octubre de 2010

Patriotismo

[Texto de Ricardo Flores Magón en plena Revolución Mexicana (ya que estamos en su centenario), durante el gobierno de Venustiano Carranza, en el que denuncia al patriotismo como un ideal para los pobres pero que beneficia a los ricos.]
De mil maneras se nos ha incitado a los pobres a ser patriotas. Desde que nacemos a la vida hasta que rendimos el último suspiro, zumban en nuestros oídos estas palabras: «Ama a tu patria, ama a tu patria, ama a tu patria.»

Puede decirse que amamos el patriotismo con las gotas de leche que arrancamos al pecho materno. La madre nos arrulla con canciones en que se glorifica a la patria. Más tarde nos enseña a amar la bandera, cuyos colores nos parecen más lucidos que los de cualquiera otra bandera. De niños se nos obsequia con juguetes que nos hacen jugar a los soldados: tambores, sables de palo, bandera, soldaditos de barro o de plomo, y atiborrados de leyendas que ensalzan las hazañas de los héroes de la patria, fingimos, en nuestros juegos, campos de batalla en que hacemos morder el polvo de la derrota a todos los que han cometido el delito de haber nacido fuera de los linderos de la nación, pues para todo buen patriota es enemigo el que no nace dentro de las fronteras de la patria.

La educación patriótica no termina con nuestros juegos de chiquillos: sigue en la escuela de primeras letras. Allí, el buenazo del maestro nos hace entonar coros en que se enaltece a la patria; en el libro de lectura deletreamos composiciones en prosa y en verso en honor a la patria, y nuestros ojos se extasían ante las lástimas que representan acciones de guerra, queriendo ser cada uno de nosotros el feliz abanderado a quien le ha cabido el grande honor de llevar la bandera de la patria en medio de feroz carnicería. Oímos el himno nacional, y la sangre circula por nuestras arterias con mayor rapidez.

El fraile, en sus sermones, nos excita a amar a la patria; el político, en sus discursos, nos habla de la grandeza de la patria, el periódico burgués estimula nuestros sentimientos patrióticos; por donde quiera que volvamos la vista vemos la estatua de un patriota o el cuadro con un asunto patriótico, las fiestas patrias, además de ser numerosas, revisten gran solemnidad. Todo, en fin, está sabiamente calculado para encender y mantener encendida, en nuestro pecho, la lumbre patriótica.

Preparados de esa manera, y aun cuando no seamos dueños de un terrón donde reclinan la cabeza; aun cuando de la patria que se nos ha enseñado a amar no poseemos ni una pulgada cuadrada de su territorio; a pesar de las indignidades, humillaciones, atropellos y desmanes de que seamos victimas en nuestro calidad de individuos que alientan en los más bajos peldaños de la escala social; a pesar de todo nos encontramos dispuestos a cometer los mayores accesos, a matar y dejarnos matar por la patria, por ese algo que ningún beneficio nos reporta y en cambio exige de nosotros los más grandes sacrificios.

Porque, hay que confesarlo, todas las cargas que implica el patriotismo descansan exclusivamente en los hombros de los pobres. El pobre sólo sabe que tiene patria por que tiene que servir en ejército, y los beneficios que de la patria recibe son el garrotazo del gendarme, la contribución para los gastos del gobierno, las rondas, las «fatigas o servicios gratuitos y la ley que los somete a una eterna servidumbre bajo las garras del dueño de la tierra y de la maquinaria».

Al pobre no le beneficia la patria por que no es de él. La patria es la propiedad de unos cuantos que son dueños de la patria, de las minas, de las casas, de las fábricas, de los ferrocarriles, de todo cuando existe: pero al pobre se le inculca desde la niñez que ame a la patria para que esté listo a empuñar el fusil en defensa de intereses que no son suyos, cuando sus amos comprenden que esos intereses están en peligro y hacen un llamamiento al patriotismo de las masas. Tan es cierto que los intereses materiales son las patria, que la burguesía no se opone a una invasión extranjera cuando ésta no tiene por objeto despojarla de sus propiedades y hasta se solicita la invasión cuando las bayonetas invasoras pueden prestar algún apoyo al principio de la propiedad privada, cuando ese principio está en peligro de desplomarse a las recias embestidas de la injusticia popular.

Las dos invasiones que ha sufrido México durante el curso de la Revolución, no han tenido otro objeto que sofocar el movimiento revolucionario que amenaza la estabilidad del principio de propiedad privada. Las dos invasiones norteamericanas fueron llevadas a cabo para sentar a Venustiano Carranza en la silla presidencial y consolidar un gobierno fuerte, capaz de hacer respetar la ley, esto es, el escudo fuerte, la defensa del que tiene contra las posibles agresiones del que nada posee.

Contra esas dos invasiones no ha protestado la burguesía mexicana, como que iban encaminadas a salvar sus bienes amenazados por la actitud viril, ansiosa de conquistar su libertad económica. Si no hubiera sido por que los trabajadores norteamericanos protestaron contra esa invasiones y se negaron a ingresar al Ejército para ir a sentar a Carranza en la silla presidencial, harían largos meses que tuviéramos a éste fungiendo de presidente al abrigo de fuertes guardias de soldados norteamericanos.

El patriotismo es un manjar condimentado para el uso exclusivo del pobre. Se nos enseña que la invasión es una afrenta y que debemos rechazarla. ¿La rechazo Carranza? No la rechazo por que ella beneficiaba a la clase social que todo gobierno está en el deber de apoyar: la clase capitalista.

Ahora, perdida la esperanza de que las bayonetas norteamericanas pueden sostenerlo en el poder, Carranza se hecha en brazos de Alemania. En una nota que ha enviado a las naciones neutrales, Carranza invita a esas naciones a que suspendan todo comercio con las naciones beligerantes, arguyendo de esa manera se les dejará aisladas y se verán obligadas, al fin, a firmar la paz, en vista de que no podrán contar con aprovisionamientos del exterior.

Los imperios centrales serían beneficiados si se pusiera en práctica el proyecto de Carranza, por que Inglaterra recibiría un golpe mortal impidiéndosele obtener de la región petrolífera de Tampico, el aceite que necesita para tener en movimiento su marina, e Inglaterra tendría que adoptar medidas extremas para tener abierta esa fuente de aprovisionamiento. ¿Qué sucedería? Que Inglaterra enviase soldados para que ocupase esa región.

Está patente que es el patriotismo no es practicado por los que nos lo inculcan. Es ése un sentimiento que hábilmente se nos fomenta para tenernos a su disposición nuestros verdugos. Cuando tomamos el fusil para defender la patria, lo que defendemos son los bienes de nuestros amos.

Abramos los ojos.

Ricardo Flores Magón
Regeneración, 24 de febrero de 1917.

No hay comentarios:

Publicar un comentario