lunes, 6 de septiembre de 2010

Magonismo

[Ya que estamos con la historia del anarquismo, me centraré en el mexicano con un texto del filósofo Abelardo Villegas sobre Ricardo Flores Magón y el magonismo —aunque interprete al anarquismo con el tópico de ser un movimiento social y político agrario y rural, fue más bien lo contrario, urbano e industrial—. Texto que forma parte del Diccionario UNESCO de Ciencias Sociales, de la edición de 1987 de Planeta-De Agostini.]

Con este nombre se puede designar el movimiento que encabezó Ricardo Flores Magón, oponiéndose primero a la dictadura de Porfirio Díaz y luego tomando parte en distintas etapas de la Revolución Mexicana que se inició en el año 1910. Flores Magón tuvo varios seguidores, fue incluso el primer político y pensador anarquista importante de México, y por eso, con razón, se puede decir que hubo una tendencia general que puede llevar su nombre.

1) Nació en Eloxochitlán, estado de Oaxaca, el año de 1874, y murió en 1922, en la prisión norteamericana de Leovenworth, Kansas. Su origen social puede ser localizado en los sectores medios; sin alcanzar un título profesional hizo estudios de abogacía. A finales del siglo XIX comenzó a escribir artículos que aparecían en los periódicos de oposición. Incorporándose a un grupo de luchadores que más tarde representarían papeles importantes en la Revolución como Juan Sarabia, Camilo Arriaga, Librado Rivera y sus hermanos Jesús y Enrique.

El año de 1900 él y Jesús fundan su propio periódico, Regeneración, que con intermitencias debidas principalmente a los frecuentes encarcelamientos a que fue sometido Ricardo, no apareció hasta el año 1918. Flores Magón hizo de este periódico el portavoz de sus propósitos y de los de su grupo, en él se puede rastrear sus transformaciones ideológicas, desde la reafirmación de un liberalismo hasta su tránsito al anarquismo. En consecuencia, es una de las fuentes más importantes para conocer su pensamiento.

Algunas obras importantes sobre el magonismo son las siguientes:

Ricardo Flores Magón, Praxedis Guerrero, Juan Sarabia, Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa: Regeneración, Prólogo, recopilación y notas de A. Bartra, Editorial Hedise S.A., México, 1972. Ricardo Flores Magón, epistoliario y textos, Prólogo, ordenación y notas de Manuel González Ramírez, Fondo de Cultura Económica, México, 1964. Ricardo y Jesús Flores Magón: Batalla de la dictadura, Empresas Editoriales S.A., México, 1967. Ricardo Flores Magón: Antología, Introducción y selección de Gonzalo Aguirre Beltrán, Universidad Nacional de México, 1970. Samuel Kaplan: Combatimos la tirania, Institución Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1958.

En la trayectoria política de Ricardo Flores Magón puede distinguirse claramente dos etapas: una, como continuador de la política del viejo liberalismo del siglo XIX y otra, que se hace pública un poco antes del estallido de la Revolución Mexicana, en la que comienza a considerar los sucesos mexicanos a la luz de las ideas anarquistas.

Su participación en la política no fue, sin embargo, únicamente periodística; participó activamente en la organización del Partido Liberal Mexicano (PLM), cuyo programa de acción, publicado en 1906, tendría enorme influencia en los acontecimientos de la Revolución. Este partido influyó notablemente en rebeliones que ahora son consideradas como precursoras del movimiento de 1910, como las huelgas obreras de Cananea y Río Blanco. También organizó conspiraciones fallidas en Acayucan, Coahuila y otras partes de la República Mexicana. En 1911 dirigió una invasión del territorio de Baja California con el propósito de establecer allí un territorio anarquista.

2) Se puede atribuir a Ricardo Flores Magón algunas de las ideas importantes aparecidas en el manifiesto de 1906. Conscientes de que no se podían reiterar los antiguos propósitos del liberalismo, los que suscribieron el documento, si bien se preocupaban por la reanudación de la democracia, trataron de otorgar un contenido económico a sus ideas. Postularon por eso la necesidad de repartir las tierras baldías y de fraccionar aquellas haciendas cuyos terrenos no estaban suficientemente explotados. Tales ideas agrarias, aunque moderadas, puesto que ponían como requisito indispensable la indemnización previa a los afectados por el fraccionamiento y el reparto, resultaban radicales frente a una intransigente oligarquía latifundista. Asimismo, propugnaban por concederle prestaciones a la clase trabajadora: la posibilidad de reconocer los sindicatos, establecer jornada máxima de trabajo —en este caso, de 12 horas— de prohibir el trabajo infantil y de igualar el salario para los trabajadores de uno y otro sexo. Pero su principal afirmación consistía en sostener que sin un reparto adecuado de la riqueza en las clases trabajadoras sería imposible el desarrollo de la industria y el comercio. El proyecto burgués sólo resultaba así posible sobre la base de un mínimo de justicia social.

Personalmente, Ricardo Flores Magón iba mucho más allá de estos postulados neoliberales. Inspirado en las tesis de Bakunin principalmente, ya en 1910 propone la desaparición de la propiedad: «El Capital, según la economía política, es trabajo acumulado. La maquinaria, los edificios, los buques, las vías férreas son trabajo acumulado, esto es, obra de trabajadores, intelectuales y manuales de todas las épocas, hasta nuestros días, y, por lo mismo, no se ve la razón por la cual ese capital deba pertenecer a unos cuantos individuos.» Por eso, para él el salario y la esclavitud resultaban ser lo mismo y se originaban en una legislación creada por el Capital.

Sin embargo, lo más característico del pensamiento de Flores Magón es su anarquismo agrario. Incluso el hecho de que México no fuera en aquella época un país que hubiera atravesado por las etapas de la revolución industrial, sino principalmente agrario, condicionó que Flores Magón se acercara a doctrinas como el anarquismo ruso que eran más sensible a las revoluciones agrarias que, por ejemplo, el marxismo fundamentalmente proletarista e industrialista. Este carácter condicionó también que el anarquismo tuviera vigencia en otros países agrarios como España, Italia y en algunos de Sudamérica.

Sostenía Flores Magón que «ningún gobierno puede decretar la abolición de la miseria. Es el pueblo mismo, son los hambrientos, son los desheredados los que tienen que abolir la miseria, tomando, en primer lugar, posesión de la tierra que por derecho natural no puede ser acaparada por unos cuantos sino que es la propiedad de todo ser humano». Congruente con esta idea, desde las páginas de su periódico, exhortaba a los campesinos a que tomaran posesión de la tierra sin esperar el triunfo de la Revolución. Ponderando la actuación de los principales actores de la misma, creía que la causa popular sería traicionada por una burguesía que, aunque practicara una democracia, tomaría medidas para proteger la propiedad. De ahí la necesidad de proceder a su abolición en el instante mismo de la lucha, puesto que, al final de cuentas, eran los campesinos y los obreros los que constituían el grueso de los ejércitos revolucionarios. Sus esperanzas estaban puestas en el movimiento campesino encabezado por Emiliano Zapata, incluso algunos magonistas se incorporaron a los ejércitos de este caudillo que proponía una reforma agraria e hicieron que éste adoptara el lema anarquista de Tierra y Libertad.

Proponía que la tierra no fuera fraccionada sino que se trabajara colectivamente, puesto que las fracciones estimulaban el espíritu pequeño-burgués de la pequeña propiedad: «Me imagino qué feliz será el pueblo mexicano cuando sea dueño de la tierra, trabajándola todos en común como hermanos y repartiéndose los productos fraternalmente según las necesidades de cada cual. No cometáis, compañeros, la locura de cultivar cada cual un pedazo. Os matareis en el trabajo, exactamente como os matáis hoy, uníos y trabajad la tierra en común; pues todos unidos la haréis producir tanto que estaréis en actitud de alimentar al mundo entero.» En todos estos párrafos se trasluce la confianza anarquista en la espontaneidad popular. Enemigo de las organizaciones estatales, Flores Magón no pone el acento en los procedimientos concretos para la organización del trabajo colectivo. Oriundo de una comunidad indígena oaxaqueña, aunque él era mestizo, estaba impresionado por los testimonios de su padre que creía que las comunidades indígenas eran producto de una vida espontánea. Poco conocía Flores Magón la complicada y jerárquica sociedad indígena, y por ello su indigenismo utópico lo llevaba a creer en los buenos resultados de una supuesta espontaneidad.

3) Por otra parte es fácil comprender cómo no estuvo satisfecho por el desarrollo de la Revolución Mexicana. Consideró a Francisco I. Madero, a Venustiano Carranza, a Álvaro Obregón como representantes de núcleos burgueses que sólo pretendían romper el estrecho monopolio político y económico heredado del porfirismo. La represión de que fue objeto Zapata por parte de Madero y los decretos antiobreros de Carranza lo afirmaron en esta idea. Otro tanto ocurrió con la promulgación de la Constitución de 1917 que todavía rige el país. En ella no se desconocía la propiedad privada, aunque se la consideraba como una concesión revocable de la propiedad nacional. Nada de anarquista tenía esa Constitución, pues aunque el resultado era un tanto anticlerical, ponía las bases jurídicas para una vigorización del Estado. De ella surgían minuciosamente reglamentados los dos grandes enemigos de la sociedad anarquista: la Propiedad y el Estado y no se anulaba tampoco la presencia de la Iglesia.

A esta discrepancia con los principales líderes de la Revolución se unía el hecho de que, a lo largo de la primera década revolucionaria y aún después, Flores Magón se encontró prisionero muchas veces en cárceles norteamericanas. Y aunque dese los Estados Unidos trató de dirigir a sus partidarios, muchos de los que le habían seguido se incorporaron a los grupos políticos dominantes, de modo que, paulatinamente, fue perdiendo la importancia que había tenido en las etapas precursoras.

4) Su anarquismo internacionalista chocaba con el fuerte sentimiento nacionalista que caracteriza a la historia mexicana en los siglos XIX y XX. Flores Magón no comprendió que los habitantes defenderían el territorio de la Baja California ante su pretensión de realizar allí un experimento anarquista. Para él el concepto de patria era un concepto burgués y la Baja California no pertenecía a los mexicanos sino a los latifundistas norteamericanos, ingleses y franceses. Tales razonamientos, sin embargo, no hicieron mella en el sentimiento nacionalista mexicano que confundió el intento magonista con una forma de separatismo y traición que todavía provoca resentimientos.

Sus coincidencias con la ideología zapatista son superficiales, puesto que el campesinado morelense no pretendía la desaparición de la propiedad; cuando tuvo oportunidad se pronunció por propiedades colectivas de pequeños pueblos o por ejidos individuales. Cada pueblo del estado de Morelos procuraba justificar la propiedad de la tierra acudiendo a antecedentes legislativos de la época colonial, fundándose, frecuentemente, en las famosas mercedes reales. La idea anarquista en consecuencia resultaba ajena.

Sin embargo, Flores Magón comprendió de manera penetrante la principal contradicción generada por la Revolución Mexicana: las tendencias colectivistas y ejidales campesinas eran contrarias a las tendencias sindicalistas del proletariado urbano: «El campesino quiere que la tierra sea del que la cultiva, lo que tiene como resultado la independencia económica, base de todas las libertades. El obrero de la ciudad, al luchar sólo por la elevación de los salarios, tiende a dejar en pie el sistema de explotación y la tiranía.» Es decir, las tendencias colectivistas agraristas chocaron fuertemente con los intereses individualistas de la burguesía y el proletariado urbanos. Flores Magón creyó en el triunfo de campo, aunque los hechos han mostrado lo contrario.

También tuvo tiempo para pronunciarse, ya en el panorama internacional, frente al problema de la guerra. Justamente fue su pacifismo y su creencia internacional en la lucha de clases, lo que fue considerado por las autoridades norteamericanas como una agresión a la posición de ese país en el conflicto europeo, lo cual fue pretexto para el nuevo y definitivo encarcelamiento del luchador anarquista.

Flores Magón se conmovió ante el triunfo de la Revolución Rusa. Consideró tácticamente erróneo estar en contra del nuevo Estado socialista, aunque fuera un Estado marxista y aun enemigo del anarquismo internacional. No por ello dejó de formular su crítica: «… miro con simpatía los esfuerzos de los rusos para derribar el capitalismo; pero pienso que no es por medio de una dictadura como deberá alcanzarse esta aspiración. La dictadura de la burguesía o del proletariado es siempre tiranía, y la libertad no puede alcanzarse por medio de la tiranía sino por la libre cooperación de los trabajadores para producir, sin amos de ninguna especie…»

De este modo, en general, puede decirse que la posición anarquista de Ricardo Flores Magón lo excluyó de una revolución como la mexicana que resultaba ser, al final de cuentas, una revolución burguesa, aunque en circunstancias coloniales, es decir, antifeudal y antiimperialista. Por su parte, los políticos de la Revolución Mexicana no han podido aclarar su relación con Flores Magón. Lo consideran como un antecedente de un movimiento que luego él repudió de manera expresa, y más bien miran con afinidad y simpatía la primera etapa que estaba más cerca de lo que al final resultó ser la Revolución Mexicana.

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